La principal lección que ha dejado la crisis internacional iniciada en 2008 radica en el hecho de que fue el primer gran colapso del sistema económico globalizado. Pero se ha visto que las dos grandes naciones que conducen la salida de la crisis —Estados Unidos y Alemania— solo quieren resistir el temporal y profundizar la globalización que carece de viabilidad tal como está, para no romper con el capitalismo de la codicia.
Las soluciones internacionales no saldrán del Grupo de los 8 (G-8) países más ricos del mundo, sino del G-20 como el organismo que incluye a países menos comprometidos con la ideología económica.
Lo que el G-8 no ha querido entender es que la crisis de 2008 fue producto de la desregulación del sistema financiero estadunidense por decisiones de los gobiernos de Clinton y Bush Jr. y el capitalismo de la especulación.
Por tanto, el mundo está asistiendo a la reconstrucción del sistema financiero que reventó con la globalización y las grandes potencias están salvando a los bancos y las financieras y no a las sociedades. Alemania y la canciller Angela Merkel están siguiendo la pauta del G-8 de apretar la austeridad a los países en crisis de deuda pero no regular los mecanismos de las deudas.
Realidad
La presencia del presidente Peña Nieto en el G-8 debiera colocarse en otra agenda: la de la reconstrucción del sistema financiero y comercial en función de mejores mecanismos de regulación para impedir la especulación y a favor de la introducción de la Tasa Tobin a las especulaciones bursátiles. Asimismo, México debiera de reactivar las potencialidades del G-20 para impulsar un liderazgo a favor de los países en vías de desarrollo.
La globalización estuvo lejos de ser una salida a la crisis comercial de finales de los ochenta y al desafío del desmoronamiento de la Unión Soviética. El viejo orden financiero fundado en Bretton Woods en 1944 no se pudo acomodar a la globalización de los mercados que se inició justamente a finales de 1989 con el Consenso de Washington. Los países fueron obligados a abrir sus fronteras, pero la crisis saltó por el lado de la desregulación de bancos, financieras y empresas especuladoras inmobiliarias. Por ello la importancia de que los países en desarrollo medio lideren las reformas de los sistemas bancarios, comerciales y financieros.
Hasta ahora México ha sido pasivo en materia de iniciativas de reformas porque el mundo desarrollado se niega a salirse de las dinámicas de auge-crisis del sistema capitalista. El problema no radica en buscar una opción por el fracaso del socialismo en la URSS y en otras naciones de economía centralizada, sino en encontrar maneras de meter orden en las relaciones de producción a través de regulaciones estrictas y de un Estado más activo, vigilante y autoritario contra las empresas especuladoras.
Los países de desarrollo intermedio con potencialidad son los únicos que pueden obligar a las grandes potencias económicas a entender que la dimensión de la crisis no se resuelve con ajustes macroeconómicos depresivos, sino que el desafío de la globalización exige una reunión fundacional como la del balneario de Bretton Woods que creó al FMI y al Banco Mundial. Hoy se requiere de una autoridad del desarrollo con mayores posibilidades que la agotada Organización Mundial de Comercio.
La crisis 2008-2013 es de modelo de desarrollo, no nada más de especulación o de sobrecalentamiento o de deuda externa. Se trata de la disfuncionalidad del sistema capitalista. Y el G-8 se sigue negando a reconocer la realidad de las cosas.