Enfrentar la realidad de una gubernatura negociada entre el gobierno y el PAN a cambio de la permanencia panista en el Pacto por México conduciría a establecer un regreso al pasado, al viejo régimen. Pero lo ocurrido en la elección de gobernador en Baja California representa el peor retroceso desde que el PRI perdió la Presidencia de la República en 2000.
Los efectos de decisiones de poder han distorsionado las estructuras políticas. La crisis electoral de 1988, cuando el PRI alcanzó apenas 50% de los votos y se agotó el modelo del partido dominante o partido hegemónico, llevó a la creación de un nuevo sistema de partidos: luego de la fundación del PNR desde el centro del poder, la derecha encontró su partido en 1939 con el PAN y la izquierda llegó legalizada al Congreso en 1979.
El agotamiento de la República priista con la pérdida de gubernaturas implicó el paso siguiente: la conformación de un nuevo sistema de partidos. El presidente Carlos Salinas de Gortari cedió las gubernaturas de Baja California y Guanajuato, pero después el PAN ganó en las urnas otros gobiernos estatales y en 1997 el PRD conquistó el DF.
En este contexto, la concertacesión panista de la gubernatura de Baja California representó un retroceso político que exhibió al PAN como un partido incapaz de ganar espacios en las urnas. La forma en que públicamente el presidente nacional panista, Gustavo Madero, condicionó la presencia del PAN en el Pacto por México a cambio de que el PRI perdiera Baja California mostró la debilidad del sistema de partidos: el PAN y su aliado el PRD en los hechos reconocieron su incapacidad para luchar contra el PRI, y aún en estados gobernados por la oposición.
Sacrificio
El sistema de partidos es una estructura de funcionamiento político a través de la fuerza propia de las organizaciones ciudadanas y funciona como la estructura de engranes que mueven a las instituciones de la República.
En el pasado, la fortaleza del PRI y la debilidad de la oposición dejaban en decisiones de los gobiernos priistas la movilidad central del sistema.
Pero desde 1989 la oposición comenzó a ganar posiciones regionales por sí misma y con ello le dio un nuevo dinamismo al sistema de partidos: ya no subordinados al PRI sino con fuerza propia.
Baja California representaría la autoderrota del PAN y el PRD como partidos políticos autónomos. Por tanto, las militancias de ambos partidos deberían exigir cuentas de las negociaciones secretas en Gobernación para imponer la victoria del PAN-PRD en Baja California a cambio de seguir en el Pacto. Y lo paradójico sería que el PAN-PRD tenga que salir del Pacto por las críticas en su contra por la concertacesión y el PRI haya sacrificado una gubernatura sin ninguna retribución real.
Lo grave para el PAN es que carecerá de autoridad moral y política para exigir reformas electorales si al final de cuentas con un sistema electoral autónomo de todos modos las victorias se negocian debajo de la mesa. Baja California lastimó severamente al sistema de partidos nacido del colapso electoral del PRI en 1989 y retornó la realidad de los partidos a negociaciones secretas con el PRI ante la incapacidad para ganar en las urnas.
Si el PAN decide mantener a Gustavo Madero como su presidente nacional, entonces el PRI habrá ganado la partida política: el PRI perdería Baja California, pero tendría un PAN subordinado a los planes presidenciales priistas. Nada mal por una gubernatura no estratégica.