Estamos a punto de vivir un momento histórico: la reelección parlamentaria inmediata. ¿Qué quiere decir esto? Nuestros diputados federales y senadores, por primera vez en mucho tiempo, podrán ser reelectos. Sí, repetir periodo en su curul o escaño.
Hagamos algo de historia. En 1917 la “no reelección” hacía referencia únicamente al presidente de la República, así que la reelección inmediata de diputados y senadores sí estaba permitida, pero 16 años después, en 1933 y bajo la influencia de Plutarco Elías Calles, se prohibió la reelección de diputados y senadores a partir de una reforma al artículo 59 de nuestra Constitución.
Y así permaneció nuestra legislación en materia electoral por 81 años, con un postulado antirreeleccionista como faro ideológico.
La reforma política de 2014 vino a romper con este esquema, no sin un largo periodo de espera que duró 18 años, sí, todos esos años para lograr que nuestra clase política pudiera tener consenso en este tema.
Fue en 2002 cuando el Partido Acción Nacional habló de permitir la reelección consecutiva de legisladores. Para 2003 senadores de PAN, PRI y PRD presentaron una iniciativa de reforma constitucional para legalizar la reelección inmediata de legisladores; decisión que apoyaron los dirigentes nacionales de estos tres partidos políticos en aquel entonces. Casi dos décadas para llegar a la negociación política que logró lo que estamos a punto de ver.
Apenas en este 2020 se reformaron la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (Legipe) y la Ley de Partidos Políticos, las leyes secundarias que permiten ya una reglamentación puntual.
Argumentos
Los senadores podrán ser electos hasta por dos periodos consecutivos, es decir, hasta por doce años, contando su segundo posible periodo a partir de 2024. Mientras tanto los diputados legalmente podrían ser electos hasta por cuatro periodos consecutivos de tres años, los mismos doce años que los senadores.
Fueron dos los principales argumentos a favor de la reelección inmediata de legisladores en la reforma política de 2014: a) profesionalización; y, b) eficiencia.
La profesionalización del trabajo legislativo nos habla de diputados y senadores con experiencia, con oficio. Se pretende disminuir la curva de aprendizaje por la que pasan muchos diputados y senadores cada tres y seis años, respectivamente. Lo anterior abona al rezago de trabajo que almacena cada vez más temas en la congeladora legislativa. Lo que busca la puesta en marcha de esta reforma es básicamente permitir la posibilidad de que el legislador se especialice.
Aquel diputado o senador reelecto en las urnas tendrá la posibilidad de desarrollar y afinar habilidades tan relevantes como la operación política, amplio conocimiento de temas específicos de las comisiones en las que participe e incluso el del proceso parlamentario en órganos como la Junta de Coordinación Política y la Mesa Directiva de cada uno de los recintos.
En resumen se busca la institucionalización de nuestros hacedores de leyes.
Por otro lado, la eficiencia también es un tema fundamental. Los legisladores tendrán el interés de ser eficientes para ganar nuevamente el voto de su electorado. Estamos hablando de la restauración del derecho político que tenemos como ciudadanos de premiar o castigar a nuestros representantes en el Congreso.
La clave rumbo a las próximas elecciones de 2021 será la participación ciudadana. Debemos como sociedad establecer mecanismos de evaluación, porque llegó nuevamente la era de premio o castigo al legislador.