Recientemente terminé de leer un libro cuyo contenido me ha dejado muchas cosas que reflexionar. Missing out: in praise of the unlived life (Perdiéndonos:una alabanza a la vida no vivida), del autor Adam Phillips, habla acerca de aquellas vidas que vivimos en paralelo, esas que creemos que nos harían más felices que las que tenemos ahora.
¿Cuántas veces hemos fantaseado con dedicarnos a otra cosa? ¿O vivir en otro país? ¿Haber estudiado una carrera diferente? ¿O simplemente tener una personalidad distinta?
Por más pequeñas o grandes que sean, estas fantasías que tenemos acerca de las vidas no vividas son un arma que ante la menor provocación pueden sacar un doble filo; o pueden ayudarnos a sobrevivir día con día ya que tienen el poder de crear metas y aspiraciones que nos hacen trabajar más para concretarlas, o bien pueden incrementar nuestra frustración con el entorno ya que solamente nos recuerdan todo aquello que no hemos logrado y todas las cosas que aún nos hacen falta.
En el prólogo el autor cuestiona: “La vida no examinada seguramente vale la pena vivir; pero, ¿vale la pena examinar la vida no vivida? Parece una pregunta extraña hasta que uno se da cuenta de cuánto tiempo de nuestra vida mental hablamos acerca de las vidas que no vivimos, las vidas que estamos perdiendo, las vidas que podríamos estar liderando pero por alguna razón no lo son”.
El sicólogo añade que “lo que fantaseamos y lo que anhelamos, son las experiencias, las cosas y las personas que están ausentes. Es la ausencia de lo que necesitamos lo que nos hace pensar”.
Phillips cree que lo que hace que nuestras vidas sean placenteras y por ende tolerables es justamente imaginarnos cómo podrían ser. Las vidas no vividas son parte esencial de las que sí vivimos. Debido a que en las vidas no vividas siempre estamos más satisfechos y somos versiones menos frustradas de nosotros mismos, nuestra posibilidad de estar satisfechos dependerá de nuestra tolerancia a la frustración. Si no somos capaces de sentirnos frustrados por aquello que no tenemos, no podríamos darnos una idea real de lo que queremos, de lo que nos perdemos y de lo que realmente nos da placer.
Mirada
A pesar de que estoy de acuerdo con el autor en varias cosas, también me cuestiono: ¿por qué nos hace más feliz aquella vida que no vivimos?; ¿por qué nunca estamos satisfechos con lo que ya tenemos?; ¿será que las vidas que no experimentamos podrían ser mejores que las que ya vivimos?
Creo que somos muy buenos autores y olvidamos que las fantasías son las que hoy día nos carcomen. ¿Por qué no hemos encontrado esa capacidad de realmente ver lo que sí tenemos y valorar lo que hemos logrado? Considero que muchas veces nos es más fácil observar al otro y creer que su vida es mejor que la nuestra, pero siempre olvidamos que al apuntar el dedo a alguien nos señalamos con tres a nosotros mismos. De alguna manera estos dedos deberían de ser un recordatorio persistente de que a pesar de que pensemos que el otro lo hace mejor, nosotros también lo hemos logrado.
Hemos logrado sobrevivir, hemos logrado luchar, nos hemos levantado cada día y por algo seguimos aquí. Si la vida no vivida vale la pena ser soñada, será mejor que vivamos la real con una distinta mirada.