Música jalisciense para piano Varios

La música es el patito feo de la cultura, pero un disco como este arroja luz no solo en la historia de la música de la región, sino del país.

Piano
Foto: Tricia/Creative Commons
Eusebio Ruvalcaba
Columnas
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Esto de los descubrimientos en la música va de la mano de Ripley. Porque el camino para la sorpresa es infinito. Un disco que apele a este trabajo equivale a un museo de lo increíble.

Eso sucede cuando se escucha Música jalisciense para piano. Volumen II, cuyo contenido no era posible imaginar, o cuando menos no a corto plazo. Y si bien el trayecto se antoja largo y fecundo (¿habrá volumen III, volumen IV, volumen IX?), vale la pena irse deteniendo en los frutos.

Me refiero, pues, a este segundo álbum, producto de la investigación emprendida por Kamuel Zepeda, joven pianista de Guadalajara, quien además de ser maestro no ceja en sus trabajos de musicología —hoy por hoy, y esto no es un cumplido sino una realidad, la suya es de las voces más autorizadas en el campo de la historia de la música de Jalisco; no podía ser de otro modo en quien hurga de modo incansable siempre tras la novedad, tras aquella obra perdida en los archivos de alguna familia, de alguna biblioteca—.

Pero el trabajo de Kamuel Zepeda no concluye con el descubrimiento de la obra musical: ahí principia, ya que el siguiente paso es tocarla. Y vaya que si lo sabe hacer bien.

Lo primero que a mí en lo personal me llama la atención es el amor de Kamuel Zepeda por lo jalisciense y lo entiendo perfectamente, porque este sentimiento es común entre los hombres nacidos en Jalisco. Por encima del regionalismo exacerbado que puede acarrear este sentimiento sin mesura, en este caso el resultado es admirable. En mí habla la ignorancia, pero desconozco un trabajo semejante que se haya realizado en Oaxaca, Chihuahua, Tamaulipas...

La música es el patito feo de la cultura, pero un disco como este arroja luz no solo en la historia de la música de la región, sino del país; algo que debería ocurrir en cada estado; si las propias secretarías de Cultura no se preocupan por promover esta rama enganchada con la musicología, quién se va a encargar de hacerlo.

Si bien ya Kamuel Zepeda había cristalizado parte de su trabajo en el primer álbum (con música de Clemente Aguirre, Arnulfo Miramontes, José Rolón, Higinio Ruvalcaba, Blas Galindo, José Pablo Moncayo y Hugo González —de este autor nacido en 1970 se incluyen sus Voces desde el ghetto, que marca una veta para la música actual que se produce en Jalisco), este segundo volumen se antoja más acabado, en el sentido de la diversidad y propuestas, tal vez por la inclusión de Hermilio Hernández (los demás autores, salvo Antonio Navarro, figuran también en el primer volumen: José Rolón, Arnulfo Miramontes, Higinio Ruvalcaba y José Pablo Moncayo).

Características

Cada uno de estos compositores exige un tratamiento musical distinto. El primer compromiso es adentrarse en su estilo, desmenuzar lo que para cada uno de ellos significa el piano como instrumento vasto y de rica capacidad percutiva —asociada siempre a una emoción, que habrá de rescatarse y transmitirse, y que Kamuel lleva a cabo hasta las últimas consecuencias.

Hay otra característica de este CD que quiero destacar. Todas las obras incluidas parecen estar pensadas para integrar una especie de unidad temática. Se trata de piezas breves —muy al corte de aquellas piezas de salón afrancesadas y románticas, aunque con cierto sazón a la Grieg; y si nos vamos más atrás, a los momentos musicales schubertianos—; digo que se trata de pequeñas muestras del talento y la inspiración de cada autor. Así, no figura en el índice, digamos, ninguna sonata, suite u obra de largo aliento. Lo que también podría constituir un desafío para un próximo disco de Kamuel Zepeda. Que ojalá esté en puerta.

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