ACOMODARSE LAS IDEAS

“Un mundo en el cual cada minuto encontramos expresiones que agreden”.

Guillermo Deloya
Columnas
DELOYA-AP22087089734517.jpg

En tiempos donde ejemplificar con conductas negativas lleva a la adopción por normalidad de esos patrones es sumamente peligroso un comportamiento violento ante un auditorio de millones de personas. Por igual, romantizar la violencia por estética como una actitud que se debiese tolerar cuando se plantea en tono de broma es riesgoso ante una sociedad que mucho ha luchado por erradicar el acoso verbal.

Por otra parte, cuando tales eventos se circunscriben en una lucha dolorosa por erradicar cualquier tipo de expresión de violencia contra la mujer el debate debe estar abierto y acotado en un marco de objetividad que permita ver la dimensión de un problema de comportamiento.

Aun cuando para muchos el sonado evento donde el actor Will Smith abofetea a su compañero de oficio Chris Rock constituye una farsa publicitaria, lo significativo del suceso se puede plantear en dos vertientes si queremos ahondar en sus raíces.

En primer término, la agresión física es motivada por una agresión verbal; una “broma” que trivializa una condición médica que modifica los rasgos físicos de quien la padece fue el detonante. Hay que saber que, conforme a ONU Mujeres, aun cuando la categorización de la violencia pone en prioridad de rechazo a la violencia física no se pueden aminorar los efectos nocivos que tiene la violencia contenida en el maltrato verbal. Es uno de los casos más comunes de agresión exponencial, donde el perpetrador organiza ideas o actuaciones con el claro objetivo planificado de herir a alguien por medio de ridiculizarlo al resaltar sus deficiencias físicas o de comportamiento. Tales construcciones verbales tienden a mermar la autoestima y generalmente se deslizan veladamente entre chistosadas para restar responsabilidad al perpetrador de las mismas.

Así, con enorme desatino, cuando tratándose de una mujer la misma reacciona a este tipo de agresión, aún existen quienes desdeñan la respuesta tamizándola como si fuese una exageración. ¿Cuántas veces no escuchamos la tonta aseveración que apunta a que, por ser mujer, se sobreactúa o se sobrerreacciona ante lo que son reales lesiones desde las palabras? La boba alusión a la alopecia que sufre Jada Smith no puede disminuirse en su importancia al juzgarla bajo los parámetros de vida de alguien que no se encuentra en la ruta de una condición médica que modifica la apariencia física considerada como estéticamente normal.

Núcleo

Por otra parte, está una defensa al honor por parte del consorte de la ofendida que en su esencia podría resultar entendible, pero cuya expresión violenta no puede ser justificable. Will Smith se equiparó en su actuar con aquellos que muestran un comportamiento de catálogo en cuanto a la toxicidad masculina. El actor, incapaz de gobernar sus propias emociones, no tan solo reacciona públicamente y ante millones de televidentes con un actuar tribal sino que además, dada la circunstancia en la que se le permitió dar un pequeño discurso por haber ganado el Oscar, se justifica con un argumento que resulta de lo más atávico. Argumentar que “el amor te lleva a hacer locuras” es, guardadas las proporciones, en esencia el mismo argumento que en muchas ocasiones sostiene un feminicida. Se enloquece por amor y ello atempera las razones para perpetrar las más oscuras expresiones de violencia.

No dejemos a un lado que hasta hace pocos años algunos códigos penales de los estados reconocían como atenuante de responsabilidad el “homicidio en estado de emoción violenta”. Ese delito, que en el argot popular se conocía como “crimen pasional”, de alguna forma normalizaba el comportamiento criminal de aquellos que no podían gestionar sus sobresaltos y llevaba en cierta manera a romantizar las formas en que un hombre hacía respetar su honor.

El asunto en su núcleo ya es complicado, pero vuelve al principio de lo que hemos esgrimido en estas líneas: una figura pública, admirada e imitada por millones de seguidores no puede permitirse mostrar una pedagogía del comportamiento que lleve a normalizar la violencia como una respuesta válida y como una salida justificable. Estamos en un mundo en el cual cada minuto encontramos expresiones que agreden.

Así como en una expresión coloquial una cachetada te acomoda las ideas, acomodémoslas mejor en positivo por un entorno sin violencia; nos conviene.