AMÉRICA COMPETITIVA

“La competitividad pasa por la existencia de capital humano y mano de obra calificada”.

Guillermo Deloya
Columnas
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Una palabra clave para procurar el avance económico y generar prosperidad incluyente es competitividad. Palabra de gran calado cuando en ella se involucra una enorme cantidad de conceptos, procesos, decisiones e incluso apreciaciones.

La competitividad no es cuestión menor si se concibe como una de las premisas básicas para la integración deseada y planteada por los presidentes Biden, Trudeau y López Obrador.

Una América integrada y sólida ante el embate asiático pasa necesariamente por el ajuste de componentes que apuntalen la visión común y generen un frente eficiente para una China que basa su enorme avance económico en la competitividad.

De entrada, el panorama relativo a la competitividad interna o regional de nuestro país es sumamente complicado. En el más reciente análisis sobre dicho tema el IMCO remarcó una realidad sobre la cual trabajar. México es dispar y poco capaz para la atracción, generación y retención de capital humano especializado y técnicamente solvente. Nuestra competitividad encuentra asimetrías regionales que ponen en un casillero de aceptable de competitividad estatal a la Ciudad de México, Nuevo León y Querétaro. Por otra parte, ante la misma evaluación de los 72 indicadores a considerar, Chiapas, Guerrero y Oaxaca se encuentran en una situación de rezago productivo que han sufrido de forma ancestral.

Y si esa asimetría se avizora desde la localidad que entrañan los municipios, en lo específico las brechas se ahondan aún más. Los efectos de la pandemia, las condiciones de precariedad de servicios, la inseguridad y el acceso a la tecnología dejan, según el Índice de Competitividad Urbana, a ciertas ciudades sin oportunidad real de vinculación al desarrollo nacional. La economía de subsistencia en esos centros urbanos impide cualquier tipo de inversión productiva ante vocaciones y el ciclo pernicioso se perpetúa.

Oportunidades

A pesar de este escenario, aunado a los episodios de resignificación del nacionalismo estadunidense con un Trump embravecido, América del Norte existe, persiste y se plantea en un mundo altamente competitivo. Ahí las oportunidades son variadas si tomamos en cuenta algunos factores de contexto. El mercado interno con el que cuenta la región es único y potencialmente el mayor detonador de desarrollo existente a nivel global. Sin embargo, qué tanto se traduce ese enorme mercado de consumo en un real aliciente del crecimiento económico y qué tanto a su vez se propicia su expansión a nivel mundial.

Tomemos en cuenta que en poco más de un cuarto de siglo el mercado de América del Norte decreció en el orden de tres puntos porcentuales en su representatividad en el mercado mundial. Por otra parte el gigante asiático, China, incrementó su presencia en el mismo escenario en 15% más para ubicarse ahora como el mayor protagonista en los mercados, rebasando a nuestra región por más de 2%. En tal situación, la urgencia, sobre todo norteamericana, apremia ante las consecuencias que colateralmente tiene esa supremacía.

Es así como el entendimiento sobre temas que generalmente causan entuertos puede en este caso redefinirse. Tomemos como base el fenómeno migratorio. La competitividad pasa por la existencia de capital humano y mano de obra calificada. Ahí Canadá y Estados Unidos se encuentran en un real déficit de tal insumo, el cual la gran mayoría de las veces se tiene que subsanar desde el oscuro margen de la ilegalidad. Una reforma migratoria integral que proponga la regularización de los flujos migratorios mediante la capacitación y destino laboral también tendría como consecuencia una vinculación legal de millones de personas a los ciclos productivos. En vez de concebir la política migratoria sobre bases punitivas es deseable su orientación selectiva hacia una meta de integración productiva de la mano de obra de la cual tanto adolecen nuestros vecinos del norte.

La satisfacción plena de un mercado común que actualmente tiene por necesidad que importar productos e insumos que no se está en capacidad de crear pasa por la competitividad. Habremos de trabajar mucho por alcanzarla. Isaac Cohen se refiere a la integración “cuando dos o más Estados proceden a la abolición, gradual o inmediata, de las barreras discriminatorias existentes entre ellos, con el propósito de establecer un solo bloque económico”. Seamos competitivos. La meta es el progreso.