ÁRBITRO, ¡MÉXICO TE SALUDA!

La invitación es hacia el fortalecimiento de nuestro árbitro electoral.

Guillermo Deloya
Columnas
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La imparcialidad en el seno de la autoridad electoral es sin duda el pilar más consistente sobre el cual descansa una democracia funcional y sana. Al estar conscientes de esta aseveración es desde donde dilucidamos la necesidad de que la titularidad de los puestos diseñados para el mando y definición de destino en una institución electoral deba ocuparse por aquellos que no cuentan con apegos a ideologías políticas o dogmas que tergiversen su actuar en una alta responsabilidad. No es desmedido, a su vez, aseverar que la decisión tomada en la Cámara de Diputados, donde se designó a los nuevos cuatro integrantes del Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE), trastoca el destino de la democracia nacional y la pone a prueba ante un escenario inédito de polarización.

Un largo proceso en cuyos senderos lo que menos se apersonó fue la normalidad. Desde las polémicas apreciaciones en el Comité de Expertos, pasando por la interrupción ante una pandemia, para aderezarse adicionalmente con intentos golpistas de diputados que malentienden que en aras de la democracia plena no opera la afinidad personal ni el interés mezquino. Sin embargo, y a pesar de lo pedregoso de la ruta, ha sido posible el desahogo de un tema angular en la arquitectura de la vida electoral y en la a veces minada institucionalidad democrática. Hoy el INE inicia un largo camino donde el destino deseable es la solidez en la actuación y la credibilidad en la decisión.

Mucho le ha costado al país fraguar un piso básico en el cual descanse la confianza en el ejercicio electoral. La institución que procesa la lucha por el poder ha sido aquella que en diversos momentos ha alejado la percepción tacaña arraigada en la cultura de algunos que siempre ponen en la sombra de la sospecha y del fraude los comicios no importa cuán perfectos pudiesen haber sido ni de cuántos candados y blindajes pudiesen haber sido revestidos. Esa generalización sobre el engaño y la malicia en la actuación, comúnmente se diluye cuando la democracia opera a favor de los cometidos políticos de quienes la mancillan; y es precisamente esa percepción la que ya no puede tener lugar alguno en el sentir colectivo de un México que hoy debe reposar en la certeza.

Flanco

Desde un gobierno que en 2018 consiguió en las urnas la mayor creencia generada en una justa electoral es desde donde debiera estar el fortín de defensa de la imparcialidad. La generosidad y cese de cuestionamientos gubernamentales constituiría el mejor y más lógico flanco desde donde el INE puede iniciar esta carrera hacia 2021, revestido de la fortaleza que otorga la confianza y aval del Ejecutivo federal. No hay duda de que cualquier institución está en la proclividad de su perfeccionamiento continuo, pero el terreno ganado por el INE, galardonado y reconocido por diversos organismos internacionales, debe ser hoy el mejor justificante ante la suspicacia y descrédito que por momentos impulsan grupos que incluso han llegado a ser gobierno gracias a la actuación certera de organismos autónomos como este instituto.

Quizá sea un problema de entendimiento y de recelo a la convivencia armónica de pensamientos radicalizados con instituciones que justificadamente ostentan autonomía y libertad de decisión. Quizá sea el desconocimiento del largo trayecto de más de tres décadas en donde el INE y el entonces IFE fueron respuestas contundentes a la dependencia y sumisión de la democracia ante el poder público. No poco ha costado combatir la inequidad, el abuso, el fraude y las prácticas insanas en las elecciones, como no poco costaría que se siga abonando al cuestionamiento sistemático del árbitro electoral en franca contradicción al espíritu transformador y democrático del gobierno actual.

Es esperanzador sin duda que este sea el inicio de un trayecto, retadores resultan los obstáculos a librar y urgente parece motivar la evolución positiva del INE mismo. Con escenarios donde el crimen organizado está decidido a incidir por la buena o por la mala en la vida nacional, y donde el poder corruptor del dinero mal habido puede ser la constante en una elección de trascendencia histórica, la invitación es hacia el fortalecimiento de nuestro árbitro electoral. México lo necesita y los mexicanos nos congratularemos de ello sin recatos ni miramientos.