GRANDES IDEAS

Guillermo Deloya
Columnas
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Ralph Waldo Emerson en sus Ensayos publicados en 1841, abrió uno de sus escritos con una lapidaria y certera frase que flanquea con gracia la temporalidad: “Son muchas las ocasiones que la lectura de un libro ha hecho la fortuna de un hombre”. Son pocos los libros que implican una tarea intelectual que invite a la reflexión permanente, una provocación a confrontar conocimientos adquiridos a la luz de otros pensamientos. Eso me ocurrió con el libro Ideas sobre la libertad que cambian al mundo de Ricardo Salinas Pliego. Una compilación que sistematiza una creencia firme en los alcances de tener en la vida a la libertad como faro y como máxima. Ya había leído algunas de sus reflexiones en su blog, pero al tenerlas a la vista en conjunto y leerlas consecutivamente me llevó a repensar un concepto que, en el rigor de mi formación legal, no le había concedido la relevancia suficiente, para amalgamar la noción del Estado de Derecho, con la luz del faro de la libertad misma.

Estado de Derecho: concepto que encuentra pleno arraigo entre los discursos, pero para cuya comprensión plena bien valdría un estudio más afanoso bajo el enfoque de aquella perspectiva que honra a la libertad en todas las expresiones del quehacer humano. El desarrollo paulatino del concepto parte desde el estado absolutista referido por Marcos Kaplan. Ahí, como tradición monárquica de los siglos XVII y XVIII europeos, la voluntad del soberano era incuestionable; la toma de decisiones sobre la vida, la libertad, la propiedad de sus súbditos y de la vida económica en general era una máxima legal obedecida. Pero en la evolución paulatina de sociedades y estados no se puede estar equivocado: todo el basamento cultural e ideológico del estado moderno ha tendido con fortuna a la búsqueda y realización de las libertades humanas.

Aun con todas las limitaciones contextuales, el humanismo, pluralismo y reformismo de las sociedades han empujado a que exista un marco de derecho en el Estado moderno, cuya aplicación convoque a la crítica de su imperfección, a la enmienda, mejoría y superación. Este potencial reivindicatorio y transformador del derecho es deseable que apunte no solo hacia el mantenimiento y adecuación de los derechos adquiridos, sino a la ampliación y desarrollo de nuevas formas de comportamiento social que se regulan bajo una visión de empoderamiento de la libertad como máxima en la vida. La aspiración por tanto del sistema jurídico en lo específico, y en el amplio concepto de estado de derecho, debe ser el afianzamiento del estado como un real estado liberal de derecho. Ahí es posible la incorporación de valores y normas con un potencial favorable al cambio del ser en función del deber ser como producto del consenso social en un marco de libertad.

Construir una cultura liberal

La pregunta aplica para lo que actualmente sucede, así en tiempo presente en nuestro México. ¿La adecuación normativa se encuadra en el actuar de un estado que no interfiere en las acciones individuales? ¿Qué tanto la participación regulada de los ciudadanos, instituciones y empresas hace coincidir el interés y el bienestar público y privado con armonía? Esta reflexión permitiría encauzar rumbos si las respuestas a los cuestionamientos reflejan opciones negativas.

Todos los estados modernos, salvo aquellos trabados en los atavismos y trampas populistas, buscan en mayor o menor grado definirse en y para su legitimación, como protectores de las libertades y bienes del individuo en tanto portador de derechos y fuente de soberanía. Con fortuna hay en el común de las naciones un compromiso firme a través de marcos jurídicos pertinentes por el otorgamiento de seguridad legal y reducción de incertidumbre.

¿Estamos en la vía correcta? Parece que un gran mapa de ruta donde podríamos cotejar nuestro avance nos lo otorga Ricardo Salinas a lo largo de cuatro grandes apartados y veintiséis lecturas, en donde tendremos que entender que si una nación no cimenta todos sus terrenos con asiduidad sobre lo que involucra la libertad sin adjetivos, poco se puede aspirar a consolidar un adecuado marco de normas para erigirse en un auténtico Estado Liberal de Derecho.

Muchos problemas que nos aquejan como nación devienen de una pobre cultura liberal y jurídica. Un conjunto de grandes ideas puede cambiarlo todo.