EL PECULIAR TERCER AÑO

“Estamos en un punto medio exacto donde se precisan definiciones”.

Jorgina Gaxiola
Columnas
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Muchos son los textos políticos y novelados en los que se coincide en que aquella mitad del camino en el mandato de un presidente representa un hito en su trayecto hacia la construcción de legados y el afianzamiento de su huella distintiva en un periodo que a esas alturas se hace vertiginoso.

Partiendo de los caóticos procesos sucesorios posrevolucionarios, mismos que Martín Luis Guzmán retrata en La sombra del caudillo, hasta el análisis contemporáneo de Krauze en su Crítica al poder presidencial se asume que hay un punto de quiebre y cambio en el tercer año de gobierno del Ejecutivo federal.

Escritos que son material de cabecera de politólogos como La sucesión presidencial, de Daniel Cosío Villegas, donde a decir del autor desde ese punto del trayecto, exactamente a los tres años, se inicia la forja de un perfil conveniente a la sucesión por designios exclusivos del omnipotente gobernante, dan cuenta de que la figura del “tapado” permeó en la cultura política precisamente por la idea implantada por Cosío en 1975.

Aunadas a aquella espesa cultura política con tonos de absolutismo que campeaba en los setenta estaban las letras que contuvieron los textos novelados de un Luis Spota, quien ya sea en Sobre la marcha de 1976 o en Palabras mayores de 1978 nos aporta un atisbo del pensamiento del gobernante soberano en ese momento de transformación que propicia estar en el exacto medio del mandato. El primer caso de obra aludido trata de cómo reacciona y actúa en consecuencia un presidente hacia el candidato que por inercia propia se va construyendo en su ruta a la presidencia; el segundo caso, sobre el margen de maniobra que tiene un ficticio mandatario mexicano ante una situación de crisis y cómo ese margen cambia con los años. Es ahí, en el medio donde Spota refiere en diversos pasajes el aminoramiento del poder y el control posible desde una silla del poder.

Condiciones

Casi todos tuvimos en las manos un ejemplar de La herencia, arqueología de la sucesión presidencial en México, de Jorge Castañeda. En aquel texto de 1999, mediante cuatro entrevistas a expresidentes, el autor se aventuró a descubrir el santo grial de la razón que lleva a un gobernante a tomar la decisión sobre su afortunado sucesor. Tanto Luis Echeverría como López Portillo, De la Madrid y Salinas de Gortari convergen en la idea de que hay algo especial en ese punto de profundos balances y consecuentes análisis que ocurren en ese mágico tercer año.

Mismo parecer tienen los inolvidables personajes de Carlos Fuentes en su icónica novela La silla del águila, de 2003. Ahí tanto el expresidente César León como el presidente Lorenzo Terán, por mil y una vicisitudes de la trama, convergen en algo que el lector percibe a hurtadillas: el tercer año llega al gobernante como un inevitable recordatorio del tiempo que agota y acota los proyectos y sueños iniciales del mandato.

Pues es así que los mexicanos hemos acompañado a este gobierno federal hasta ese referido punto donde parecería que las rutas cambian. Llegamos al tercer año de mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador con condiciones sumamente distintas a las apreciadas en ensayos y novelas de lejanos ayeres. Sin embargo, por igual llegamos con situaciones que particularmente hacen pensar más en el fortalecimiento de acciones que en el arranque de una carrera sucesoria. Persisten con enorme presencia los problemas de corrupción, transparencia, seguridad, política migratoria y papel de las Fuerzas Armadas en la vida nacional. Por otra parte, han sido notorios los avances en los rubros de programas sociales, remuneración laboral, recomposición del sistema educativo ante la contrarreforma y participación social para el desarrollo. Estamos en un punto medio exacto donde se precisan definiciones; una reforma energética que polariza, misma que tendrá que encontrar equilibrios con las políticas de inversión internacionales; un ejército que día a día incrementa su participación en actividades reservadas a los civiles y un desarrollo económico que se ralentiza por efectos globales de la pandemia.

¿Es este tercer año donde la magia del cambio ocurre? Que ocurra para efectos positivos es lo deseable para todos.