FRANCIA A LO LEJOS

Guillermo Deloya
Columnas
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Una reelección que no solo generó expectativa sino reales implicaciones por la incertidumbre creada en los mercados y lo polémico que se tornó en la opinión pública. Sin embargo, dejada atrás la tormenta, cinco años más aguardan a Emmanuel Macron como inquilino del Palacio del Elíseo.

Y mucho aportará esta decisión del pueblo francés a la estabilidad regional, en el entendido de que el presidente reelecto propone una sólida vocación pacifista para sus relaciones exteriores. Muestra de dicha vocación es el principal cometido que adoptó desde las líneas de campaña a efecto de hacer de Francia una piedra angular para la integración y fortalecimiento de la Unión Europea. Así, la calma llega a los mercados, el euro obtiene una minúscula pero perceptible ganancia y, en general, todo tendría que entrar a una normalidad donde para muchos la extrema derecha representaba un peligro inminente para la estabilidad política regional.

Pero el análisis sobre lo venidero debe ser exhaustivo aún, cuando nuestro país no ha concedido un peso específico de relevancia a la agenda internacional y a las relaciones exteriores. Sin embargo, en un mundo irrenunciablemente globalizado las tendencias y comportamientos políticos que parecerían más lejanos acaban por trastocar a aquellas naciones que en apariencia se avizoran a lontananza.

En primer término, el desencanto sobre la democracia representativa es una generalidad. Ya sea con niveles de participación ciudadana que rondan 18% en nuestra nación o un abstencionismo de 29% en el país galo, estamos en un momento de inflexión en el que la política y los liderazgos que la abanderan no evitan el ausentismo social que genera ingobernabilidad. En el caso mexicano la fragmentación derivada de una ya lejana elección federal es una secuela aún presente que amenaza con recrudecerse.

Margen de maniobra

En un segundo rubro de análisis, en Francia el episodio electivo no ha obtenido un cierre total al estar en proximidad de las elecciones legislativas a llevarse a cabo en junio, por lo cual la decisión sobre el control de la Asamblea Nacional sigue pendiente. Dependerá de esa elección el margen de maniobra con el cual contará el nuevo presidente a efecto de nombrar un nuevo gobierno o tener que entrar a un esquema de negociación con fuerzas políticas contrarias y generar en consecuencia un gobierno de cohabitación. Cabe mencionar que a pesar de las a veces hondas diferencias que existen entre las posturas y credos políticos en ese país el andamiaje institucional se orienta hacia el consenso y la convivencia de fuerzas reconocidas por el Estado.

Aterrizando en latitudes mexicanas esos terrenos parecería que el cometido es fomentar el distanciamiento, sin que la vía de las instituciones conceda una avenencia deseada.

Por otra parte, dentro de las primeras acciones anunciadas como presidente reelecto Macron apuesta por el estrechamiento de lazos con potencias vecinas como Alemania. La reunión con Olaf Scholz, así como un probable encuentro con Zelensky, son muestras de la prisa que se tiene por reforzar los vínculos exteriores. Un tanto diferente, en nuestro país, es la creencia arraigada de que la mejor política exterior es la interior. México urge de relaciones que le signifiquen confianza en el extranjero y se traduzcan en inversión, pero se antoja difícil que vigoricemos la política exterior, mucho menos en un momento como el actual donde parece que la máxima es el proteccionismo y la lejanía con el viejo mundo.

Finalmente hay que tener en muy seria consideración el avance de los movimientos de naturaleza radical. Le Pen movilizó conciencias que se sienten ignoradas por los gobiernos a lo largo de los años. Sus adeptos, radicalizados, son los receptores perfectos para incoar en ellos el odio que deviene de los discursos populistas y demagógicos. Debemos ser conscientes de la profunda separación entre estratos de la sociedad que encuentran diferentes oportunidades para el florecimiento económico. Tanto en Francia como en nuestro país, en la medida en que no se vincule productivamente a aquellos que erróneamente se sienten agraviados por los efectos de un sistema, se seguirá concediendo espacio para que florezca el odio por el progreso ajeno y el envenenamiento colectivo que no solo busca la desdicha, sino la violencia irracional para el que prospera.