No es motivo de orgullo ni lucimiento el hecho de que cientos de miles de mexicanos no hayan encontrado las condiciones propicias para su desarrollo y sostenimiento económico y hayan emigrado desde su patria hacia otros confines. Es una equivocación pensar que el flujo de capital proveniente de los envíos de los migrantes hacia sus familiares es un indicador positivo en la marcha de la economía nacional; más bien se tendría que analizar el panorama venidero, que sin duda pondrá en un doble jaque tanto a los nacionales residentes en el extranjero como a sus correspondientes familias que se encuentran en territorio nacional.
No existe un pronóstico optimista en torno del futuro de la economía estadunidense y menos aún en lo que hace a la mexicana. En Estados Unidos hay estimaciones que apuntan al incremento de la tasa de desempleo de forma significativa, lo que se traduce a una cifra que versa entre 3.5 millones y hasta seis millones de personas sin trabajo, dentro de las cuales estaría inmersa la cifra de poco más de medio millón de migrantes que dejarán su empleo y por tanto sus percepciones. Además, en un infortunio adicional, la política migratoria en aquel país por igual apunta al recrudecimiento y a la hostilidad.
En nuestro país, conforme a los análisis del Banco de México, se ha llegado a un preocupante ajuste a la baja que ronda -7.1% del PIB, estimado en este recién concluido mes de abril. A las previsiones planteadas por la banca central se suman otras voces que coinciden en el planteamiento o, peor aún, ubican el decrecimiento en niveles trágicos que alcanzan las dos cifras. Lo que es previsible es que la economía mexicana cuenta con motores sumamente ralentizados y débiles para el arranque requerido hacia el rebote en crecimiento. En tanto la discusión se vuelve rijosa ante los distintos pareceres sobre la estrategia nacional, minuto a minuto se pierden empleos que son aquellos cuya carencia propicia que miles de mexicanos se sumen a la ola migratoria en busca de la oportunidad negada.
Lógica
Y sin embargo llama poderosamente la atención que en el mes de marzo, el cual completa el primer trimestre de este 2020, se continuó con la tendencia ascendente en el monto de remesas enviadas a nuestro país. Tan solo en dicho mes se contabilizan cuatro mil millones de dólares en números redondos, es decir, 49% más que el anterior mes, para llegar a sumar un total de nueve mil 200 millones en este arranque que componen los primeros tres meses de este año. El dinero sigue llegando en absoluto desafío a la lógica recesiva de las economías estadunidense y mexicana.
Razones que soportan el inusitado crecimiento pueden existir y al dibujar algunas de ellas podría caer en el campo de la especulación. Sin embargo en un primer punto la lógica indica que con la dinámica de incremento del valor del dólar en el tipo cambiario se aumenta en consecuencia el monto estimado en pesos del dinero enviado. Por otra parte una pronunciada caída en el ritmo de la economía mexicana, aunada a la correspondiente estadunidense, crea una percepción de necesidad que empuja al envío de ahorros y reservas a efecto de paliar la penuria de familiares y seres queridos.
Es interesante recurrir al análisis de otros periodos de crisis donde por igual se presenta el fenómeno de incremento en el monto de dinero enviado desde Estados Unidos. Por ejemplo, en 2008, con la pronunciada crisis de la burbuja inmobiliaria: en el peor momento de la misma se experimentó un incremento de 11.41% en el envío de remesas desde el extranjero, lo cual tendió a reducirse hasta la normalización paulatina. Mismo escenario previsible en este caso, aunque las condiciones actuales son mucho más profundas y preocupantes.
Es así que no podemos destacar como un logro que tengamos en los migrantes a héroes vivientes, cuando en realidad no les damos cabida en el sistema productivo nacional. Además si del envío de remesas depende en muchos casos la supervivencia de una familia, y el medio idóneo utilizado por la mayoría es la transferencia electrónica, no es lógico complicar la llegada de los fondos mediante la obstaculización de la operación de empresas y banca que otorgan estos servicios destinados a que los mexicanos trabajadores en el extranjero hallen un bálsamo reconfortante en su ya tan lastimado camino.