IN TRUMP WE TRUST

Estamos más que advertidos en el sentido de que Mr. Donald seguirá activo.

Guillermo Deloya
Columnas
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Cuando la ilicitud de las conductas no se confronta con la ley y el Derecho lo que se ocasiona hacia el transgresor es que se empodere y no rectifique su actuar ni mucho menos resarza el daño que ocasionó a sus víctimas. Sin embargo no nos referimos al caso mexicano, aun cuando la aseveración suene convincentemente familiar. En esta ocasión vamos allende la frontera norte, al país que cuenta con la tradición de legalidad más arraigada y presumida: el adalid de la democracia mundial y aquel cuya Constitución escrita puede considerarse como la más antigua.

Estados Unidos, al absolver a Donald Trump mediante la decisión del Senado, abre la puerta de la reiteración en la conducta de rijosa injerencia a la vida nacional que tanto gusta al exmandatario. Permite a su vez que, mediante una concesión del orden jurídico e institucional norteamericano, se normalice la confrontación violenta y la antidemocracia, también ampliamente practicadas por Trump.

No se contamina de ilegalidad la decisión del Senado al no haber reunido la mayoría de votos necesaria para conseguir que aquel que llamara a la insurrección fuera removido del escenario político. Constituye más bien una peligrosa aproximación a la continuidad de actividades de quien ya sobradamente dio constancia de su intolerancia al consenso y su proclividad a lo flamígero. Su presencia activa en el escaparate público es ya motivo de preocupación; su afirmación retadora y arrogante respecto de que ha iniciado “su movimiento” es además amenazante.

Lo cierto es que el grado de simpatía traducido en votos hacia un radical ocurrente no es más que el reflejo de un país donde sistemáticamente se apostó a la polarización social. Tal división es la que hoy permite que, aun con las visibles dotes autoritarias del exmandatario, se le conceda apoyo de los que piensan que, ante el inventado robo de la elección, es permitido el caos generalizado. Preocupa que la lucha por la reconstrucción y la recuperación del terreno de legalidad perdido que el nuevo mandatario intenta encuentre férrea oposición en un cúmulo de convencidos de que es más sonoro el lenguaje de la violencia a efecto de hacerse valer, aunque la razón no les asista.

Perspectivas

¿Qué sigue entonces? La respuesta puede derivar en muchos afluentes. Para los republicanos probablemente el camino sea difícil en tanto no encuentren un liderazgo que los aleje de aquella figura que los absorbió en su totalidad. Si el Partido Republicano no encauza una nueva narrativa de acoplamiento a los problemas nacionales, con un nivel de diálogo y empatía notorio, la discusión recrudecida que sabe a sinrazón los desgastará al grado de desdibujarlos. Si se continúa en el mimetismo de lo pendenciero y desaseado que resulta un Trump para la vida del país, les será muy difícil marcar una agenda propia y diferenciada de la que el exmandatario seguramente tratará de empujar en lo público.

Porque ya estamos más que advertidos en el sentido de que Mr. Donald seguirá activo y participativo en las discusiones nacionales. Ello le provee de una estrategia efectiva de defensa ante los posibles embates legales en su contra. Es una fórmula que conoce y que ya le funcionó; su perfil pendenciero y su estilo explosivo le sacaron de los callejones de acusaciones graves que sobre él pesaban, desde fraude hasta abusos sexuales, desde intervención en procesos electorales hasta incitación a la violencia.

La victoria de Donald Trump no cae mal para el gobierno federal mexicano. Para algunos aún afines al trumpismo desde este lado de la frontera la absolución es una muestra del debilitamiento de la visión totalitaria de cambio de Joe Biden respecto de temas que incomodan, como la seguridad y el medio ambiente.

Es a su vez la posibilidad de contar aún con el eco de una voz como la del expresidente norteamericano, a fin de apuntalar temas donde México adelanta su postura de hacer valer la soberanía y la autodeterminación, incluso cuando esta contravenga las obligaciones legales contraídas en tratados como el TMEC. Ahí estará un enaltecido Trump soportado por millones de seguidores cuya racionalidad y apego a la ley parecen seguir de vacaciones.