De poco nos sirve echar la vista atrás para recapitular sobre los errores que han llevado a la generalización del caos en lo que al actuar frente a la pandemia corresponde. Un punto de partida anclado en el desdén que paulatinamente se opacó por la confusión y el servilismo político de quien entronado como el “zar antiCovid” propició desde la temprana etapa de arranque de contagios. Sin embargo el antecedente de irresponsabilidad e impericia deja un escenario presente sumamente intrincado para uno de los pilares de apoyo al desarrollo de cualquier país y sobre el cual tendremos que trabajar arduamente para recuperar el enorme terreno perdido: la educación.
No es exclusivo de nuestro país el entuerto que ocasiona mantener cerradas las escuelas durante casi siete meses, pero la profundidad del daño no es el mismo entre naciones que, apoyadas en el dicho de la ciencia, han permitido una reescolarización paulatina de los educandos con sistemas de prevención sanitaria suficientes y una estrategia de recomposición futura que equidiste ese rezago en aprendizaje que puede convertirse en insalvable. De tal manera los casos asiáticos y europeos proponen modelos de acción y preventivos sobre los cuales cabe el análisis por sus exitosos resultados. China continental, Singapur, Hong Kong, Taiwán y Corea del Sur cuentan con evidencia suficiente para afirmar que los sistemas de confinamiento indiscriminado en el ámbito escolar resultan marginales o poco significativos en el combate al contagio por Covid-19. Lo anterior resulta exitoso con protocolos estrictos en torno de la higiene personal, la detección desde los círculos familiares y escolares, la sanitización constante de los entornos, así como la distancia física a procurar a los alumnos por horarios escalonados y días de asistencia a las aulas. En Europa resalta el testeo masivo y permanente de estudiantes a quienes, como en Alemania, se les aplica semanalmente la prueba y se acompaña con la debida discreción y orientación en el trayecto de seguimiento a quienes pueden aún resultar casos sospechosos.
Llamado
Un estudio elaborado a 191 países por la fundación educativa Insights for Education llegó a la conclusión de que no existen datos conclusivos para correlacionar la apertura educativa con el incremento de contagios en esta nueva ola de pandemia. Sin embargo la sugerencia remarcada en rojo es a efecto de generar esquemas preparatorios para la futura apertura en naciones donde prevalece el confinamiento. Ello toma relevancia cuando se adiciona un dato relativo a la deuda pandémica de aprendizaje que puede ser pavoroso. Hablamos de los días de retraso sumados exponencialmente por el número de alumnos en contraposición con las jornadas que no se han llevado a cabo para cumplir con la función de educar.
Es tal el tamaño del problema que dicha cifra se actualizaría teóricamente con cada día transcurrido y así, hasta recientes fechas, se acumulan 300 mil millones de días de rezago en la escuela. Evidentemente el mayor impacto lo absorben países en condiciones de pobreza y con mayores atrasos en sus propios sistemas educativos, México entre ellos.
Con la anterior evidencia no tendría la intención de generar mayor irresponsabilidad en la ya rebosante ruta de tratamiento del problema pandémico en México. Lo que sí debe ser un llamado enérgico es a que estados y Federación sumen acciones para la preparación del terreno a habitar por nuestros estudiantes en próximos días. La salud no puede entrar en tensión con la necesidad de educar. Sin embargo la salud prolifera en los ecosistemas adecuados. Sobra decir que la infraestructura educativa en el país es sumamente deficiente en una gran mayoría del territorio nacional. Este es el momento adecuado para lograr una evaluación respecto de las necesidades existentes y las adicionales y supervinientes de los espacios donde pronto tendremos clases.
El cierre indiscriminado de escuelas, al no estar suficientemente estudiado y apuntalado en prevención, puede llevar a un escenario de rezago educativo de dimensiones desconocidas. Aunado a lo anterior la presión por nula socialización de la juventud a educar acarrea sicopatías para las que el país no se ha preparado. Equilibrar valor y responsabilidad para el futuro educativo con estricto cuidado de la salud no es imposible. Tomemos nota y de ser posible dejemos ejemplo.