LA LIBRE EXPRESIÓN RENOVADA

Guillermo Deloya
Columnas
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Parecería que existe una real sincronía en la discusión de un tema que se apersona en distinta modalidad pero que involucra a los Ejecutivos federales de Estados Unidos y de nuestro país: ambos tuvieron en pasadas fechas episodios que cuestionan de raíz el ejercicio de la libertad de expresión y el derecho a la información.

En el caso del recién relevado Donald Trump encontró una muralla en el ciberespacio, donde la suspensión de sus cuentas de Twitter y Facebook significó un auténtico socavón de silencio que rompió con su acostumbrada perorata en las redes sociales. La “twittocracia” de Trump, donde un pronunciamiento en el parámetro de los 280 caracteres tenía reales consecuencias e implicaciones, fue una muestra de cómo se expandió la influencia de los que aún para algunos siguen siendo medios no convencionales de comunicación.

Por otro lado en el caso mexicano existe la discusión, que sin duda derivará en un litigio, sobre la permisividad para la transmisión íntegra del ejercicio de comunicación gubernamental instalado desde el inicio del sexenio y ampliamente conocido como “la mañanera”.

Ahí el árbitro electoral considera que las conferencias de prensa del presidente López Obrador constituyen más que un ejercicio de información, un verdadero y amplio esfuerzo de propaganda gubernamental. Con ello la discusión se aviva en torno de un tema que si bien en el caso de nuestro país es estandarte de diversas causas, ahora toma un viraje que obliga a volver a discutirlo a la luz de una modernidad cambiante, donde la dimensión de un derecho constitucional tendrá que recategorizarse.

Es así que el punto de coincidencia sobre la libertad de expresión es que la misma tiene límites y el borde de esos límites demarcan que su ejercicio pleno debe tender a favorecer a la democracia en su conjunto. De tal forma que las expresiones que lesionen el sano ejercicio de la misma, o peor aún, que nieguen de raíz los preceptos que sostienen un Estado democrático de Derecho, no podrían ser aceptables.

Razones

Tanto los discursos de odio como la incitación a la comisión de delitos fueron el detonador que se tomó como razón para la polémica censura al entonces presidente de Estados Unidos. En el caso mexicano la calificación a priori que clasifica a las mañaneras como propaganda gubernamental por igual de este lado de la frontera suma a la innecesaria confrontación cuando se avecina una prueba democrática que redistribuirá el ejercicio del poder: poco abona al sano desarrollo de la justa electoral el que se entren en dimes y diretes sobre quién es aquel al que le asiste la razón.

Lo cierto es que aun cuando los casos estadunidense y mexicano circundan el tema con matices propios es notorio que la era digital, así como la forma de procesar conceptos que se asumían agotados, como lo tocante a la libertad de expresión, develan un contexto donde tendremos que abordar los temas de la democracia con nuevo enfoque.

En el caso norteamericano deberemos establecer si es viable que una empresa privada pueda contar con instrumentos para inhibir expresiones en la vía del ciberespacio sin mayor mediación que el criterio personal de quien en las estructuras corporativas lo haya decidido.

Por lo que hace al caso mexicano mucho hay todavía que asimilar. Primero, que el derecho a la información y a la libre expresión no puede transgredir los cauces impuestos por la ley; sin embargo tampoco es oportuno ni eficaz un acuerdo del INE donde, a pesar de contar con los medios de supervisión y sanción correspondientes, nuevamente documenta una larga cadena de desencuentros con el poder federal y enrarece el clima preelectoral. Además la fragmentación de la información no soluciona el fondo del problema. Es tiempo de una interpretación más profunda.

El filósofo Emanuel Kant establecía que la libertad de expresión debe ser consustancial al Estado democrático de Derecho. Constreñirla lo consideraba incluso equivalente a reducir la capacidad de raciocinio y promover el encono social por la vía de la supresión del libre pensamiento. Es momento de fortalecer la democracia, la legalidad, la libertad… y ejercerlas con responsabilidad plena.