LA OPORTUNIDAD DE LOGRAR UNA EDUCACIÓN REMOZADA

Se precisa de una renovada filosofía educativa integral.

Guillermo Deloya
Columnas
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Si en algo puede apoyarse el ser humano para lograr un crecimiento trascendente es en la educación de calidad y asertividad dentro de la realidad contemporánea. Es así que en un oleaje que trajo la pandemia de Covid-19 encontramos en nuestro país problemas de rezago que persisten con férrea insistencia y hacen que los temas sobre infraestructura educativa, capacitación docente, adopción de nuevas tecnologías y muchos otros permanezcan en la insuficiencia y, a la vez, en la percepción constante para una mejora decidida de los mismos.

Ahora es cuando la oportunidad se materializa para crear no solo una nueva metodología de enseñanza que encuentre bases en la tecnología y el aprendizaje a distancia: estamos ante la ocasión de generar conciencia sobre la necesidad de una preparación que mantenga el interés y la motivación de alumnos y maestros, y que a su vez inculque el sentido de la corresponsabilidad como una condición necesaria para el éxito de futuros profesionistas.

El punto de inflexión llega en un momento clave: la educación a distancia ha tenido una dura prueba para generar la efectividad educativa que un modelo presencial puede proveer. El involucramiento relajado en una significativa parte de alumnos y maestros deja a la vista cuánto falta reforzar un camino previo que involucre la acción desde los propios núcleos familiares como reforzamiento de los procesos de enseñanza, así como una vigorización de la capacitación docente ante una novedosa realidad mexicana.

Enfoque

Nuestro sistema educativo ha sido un pilar de la vida nacional donde el eje central de rotación descansa sobre el papel que desempeña el maestro. Un docente que permite que cualquier esfuerzo reformador y de mejora se encuentre focalizado en su entorno y figura, y que sin embargo por igual precisa de asirse a una nueva pedagogía, donde los horarios, los apoyos didácticos materiales y el control de aulas han cambiado en su dinámica, muy probablemente para no volver a su concepción original.

Los maestros mexicanos forjados en un una línea de educación que previene la rigidez de modelos estandarizados en el aprendizaje deseado y la evaluación del mismo se encontraron en un escenario para el cual muchos tuvieron la mejor opción en la improvisación. Lo anterior no dicho en tono despectivo ante el gran esfuerzo que miles de docentes han hecho en tiempos de la pandemia sino más bien como un indicador de la necesidad de fijarse como meta la capacitación del maestro para su inmersión en entornos de enseñanza digital y uso de las Tecnologías de la Información y Comunicación en un nuevo enfoque educacional.

Un docente capacitado en afinidad a esta nueva realidad podrá con mayores herramientas mantener el equilibrio deseado para el cumplimiento de metas y objetivos medibles trazados en los planes de estudio; y a su vez generar una dinámica de involucramiento efectivo sostenido en voluntad y sentimiento de superación. Esto parecería un cometido sumamente arduo para lograr, sobre todo cuando en el país permanecen vigentes las carencias que en el arranque de estas líneas establecimos. Temas de accesibilidad por vías remotas y de disponibilidad de tecnología adecuada para el aprendizaje a distancia son cuestiones que distan mucho aún de ser resueltas.

La inestabilidad con la que se puede comportar un virus como el que nos ha puesto de rodillas no nos concede la posibilidad de planear con certeza sobre los rumbos de un modelo educativo presencial que nos sostuvo a lo largo del tiempo. La propia Organización Mundial de la Salud establece que bien podríamos experimentar periodos de intermitencia en nuevos oleajes de contagios, lo que obligaría por igual a contar con periodos presenciales y con periodos de aprendizaje a distancia en el ciclo escolar que avecina su arranque en el mes de agosto.

No estamos ante la mera necesidad de recursos y capacitación: se precisa de una renovada filosofía educativa integral. Es un momento idóneo para involucrar en la concepción de innovadoras formas de trabajo escolar donde esté presente el esfuerzo de autoridades tanto escolares como gubernamentales, personal docente, alumnos y padres o tutores, y en el entendido que no hay mejor apuesta para fortalecer la patria que contar con ciudadanos sólidamente educados.