LEALTAD

Guillermo Deloya
Columnas
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Cuando una palabra no requiere adjetivarse su significado es lo suficientemente hondo como para denotar en pocas sílabas la trascendencia de su concepto. Lealtad es uno de esos vocablos que han sido sobreutilizados en el acontecer político y que, en razón de tal abuso para plantearse con ligereza, pocas veces se adopta en su real dimensión y profundidad conceptual.

Hace mucha falta inspeccionar lo que se involucra en dos sílabas; aquello que se apega a la rectitud, la bonhomía, la nobleza, la fidelidad y el compromiso, y que puede traducirse a un actuar que eleve en varios grados no solo la política sino el diario acontecer de la nación mexicana.

La lealtad implica la introspección profunda de nuestras propias creencias. Es el resultado de avizorar valores que bien comprendidos generan un acto de fidelidad y apego hacia alguien en lo material o hacia algo en lo conceptual. Es la proclama misma de una identidad que no puede ser irracional ni pobremente asimilada. Leal es aquel que no se rige con ceguera u obediencia absoluta; es más bien una promesa honesta y personal que surge de la convicción.

No es un mandato ni un dogma que se vuelve traba a la libertad personal cuando se malentiende y sobre todo cuando se mal practica. La política en nuestros días se colma de malos ejemplos, muchos de ellos derivados precisamente de ese menesteroso entender que abona al descrédito y la disminuida credibilidad de todo aquel que en su momento se autonombra “leal”.

El recuerdo a conciencia del concepto en el marco de la celebración del 108 aniversario de la Marcha de la Lealtad nos debe motivar para no quedarnos en la superficialidad de un evento; y quizá debería estimular por igual la reflexión sobre el cómo suma en positivo el incorporar a nuestra vida valores como la lealtad misma.

Umbral

De tal manera, soportado por el conocimiento histórico de lo celebrado, se cuenta con mayores elementos de reflexión en un México que, guardadas las dimensiones con aquel 9 de febrero de 1913, presenta un extenso catálogo de retos y complejidades.

¿Qué sentir más patriótico que el profesar con convicción la lealtad a la patria exponiendo la vida? Tal vez la duda y el miedo pasaron frente a aquellos 350 jóvenes que ataviados en uniforme de gala escoltaron a Madero en la muestra incuestionable de la lealtad del Colegio Militar a las instituciones mexicanas. Quizás ese sentir profundamente calado de nacionalismo y pertenencia en tiempos de traición fue el combustible que aún alienta las palabras del actual secretario de la Defensa, general Luis Cresencio Sandoval, en el sentido de que el Ejército mexicano respalda irrestrictamente las acciones del gobierno.

Emocionan las muestras de apego y unidad de los mexicanos, sobre todo en tiempos difíciles plagados de incertidumbre y polarización; por ello, sin fobias ni filias, es un buen momento para reafirmar en conjunto la probidad hacia México con actuares más generosos.

Se avecinan tiempos de enorme complejidad; una nación que deja atrás el mito de ser fundamentalmente joven, que ha crecido por sus cuatro puntos cardinales y que espera soluciones negadas ancestralmente a problemas de necia permanencia. Estamos en el umbral de las definiciones que pacten un futuro común donde lo deseable colectivamente es la recuperación y la estabilidad. De poco sirve en estos tiempos fincar rumbos desde el autoritarismo y el poco consenso. Y es ahí donde la lealtad fortalecida opera como cemento de nuestros valores y credos.

Seguro es que las Fuerzas Armadas en su militar disciplina no se apegarán a conveniencias políticas ni coyunturales para defender la integridad de población e instituciones. Esa fue la oferta del general secretario, la cual se apuntala en honesta lealtad. Es así que el compromiso colectivo debe ser simétrico para corresponder con justicia a la demanda de apego; las vigorosas conexiones de identidad nacional todavía nos lo permiten. Nos comprometemos al actuar con responsabilidad ante las contiendas electorales que se avecinan, profesamos el valor de la unión y la fraternidad como únicas vías para el progreso y encaminamos actuares y esfuerzos comunes hacia el entendimiento civilizado y la prosperidad incluyente. Sé que es aspiracional, pero con lealtad a la patria todo resulta posible.