Cuando se ve borroso el presente siempre conviene tener como ejemplo la historia. Y en esa historia mexicana, lejos de edificar epopeyas narradas con grandilocuencia o crear héroes con pies de barro, se encuentran lecciones que reflejan cómo cíclicamente se pone a prueba la unidad nacional, se despierta la conciencia y se afianza la pertenencia y la identidad con una patria que por momentos parecería mancillada entre rencores. Y a lontananza se aprecia un hecho recientemente recordado que debiese servir con utilidad para afianzar dos conceptos que sostienen como pilares esa conciencia patriótica que nos amalgama: lealtad e institucionalidad.
Aun cuando este ha sido un tema tratado anteriormente en estas páginas no está de más refrescar en un nuevo año el concepto que bien aporta en positivo en esta ruta común como país.
Fue el 9 de febrero de 1913 cuando con una muestra de apego se destacó para la posteridad la importancia de contar con Fuerzas Armadas que sustentan la viabilidad de la patria precisamente por su lealtad y su institucionalidad a prueba de todo quebranto. El acompañamiento que los elementos de la Escuela Militar de Aspirantes dieron al presidente Madero se inscribe como un acto de profundo significado que bien puede traerse a este presente que amenaza con una polarización honda y acendrada. Porque quizá la lección más valiosa es que a pesar de la adversidad que proponen enemigos de la legalidad y la democracia existe una enorme fortaleza en la unidad nacional.
No son estos componentes de un discurso político ni elementos de propaganda electoral: hablar de estos trazos de valor con un tono de actualidad permite vislumbrar cuán valiosa es la estabilidad y permanencia de las instituciones legalmente constituidas en un país.
Rectitud
El concepto de lealtad implica un análisis profundo de valores propios que, identificados en empatía, generan apego hacia una idea o persona. Cuando el apego es hacia la patria misma la fortaleza con la que se genera raíz en común es difícilmente renunciable. La institucionalidad es el reconocimiento pleno a la rectitud y congruencia de actuar respecto de la legalidad, la plenitud del Estado de Derecho y la legitimidad concedida a un mandato reconocido.
Por ello cuando la convicción de vivir en rectitud deviene de la aceptación por consenso se genera un tejido social que favorece prosperidad, avance y solidez. Ahí donde las Fuerzas Armadas día a día sostienen con su actuar este consenso valdrá la pena seguir dicho ejemplo y profesar lealtad e institucionalidad a nuestro país en contextos complicados.
México vive momentos de definición que, de raíz, han pretendido cambiar desde los perniciosos estilos y prácticas de gobierno hasta la idiosincrasia popular respecto de su relación con el poder público. Un cometido que, de raíz, para muchos se ha antojado imposible.
Sin embargo, no hay mejor manera de refrescar conceptualmente un encomiable acto de lealtad e institucionalidad que significar mediante la reflexión nuevos rumbos prodigiosos de un país que tiene sobradas ventajas regionales y mundiales. Estamos en ese punto de inflexión donde resulta peligroso desoír las advertencias que derivan de la polarización. Un México dividido en el encono ha sido lo que oportunamente ha procurado declives, crisis y hasta dolorosas pérdidas de territorio. Hoy las consecuencias de una división genuina ceden espacio al descontrol sobre temas sumamente complejos como la inseguridad, el desarrollo económico y la calidad de vida.
Es así que no podemos restar importancia al valor de instituciones como nuestras Fuerzas Armadas. Protagonistas de la estabilidad en la vida nacional, bien debiesen ser tomadas como ejemplo para que el recto actuar se transfiera hacia muchas otras instituciones que se han subido a una resbaladilla de pleno descrédito. En momentos donde las funciones que una Constitución mandata se cuestionan a la luz de la suficiencia presupuestal, es oportuno revalorar lo que queremos en conjunto como nación.
Consideré oportuno adjetivar un concepto que debiese significarse por sí mismo y sin adornos porque el momento ronda lo álgido. Exaltemos aquello que se apega a la rectitud, la bonhomía, la nobleza, la fidelidad y el compromiso, y que puede traducirse a un actuar que eleve en varios grados no solo la política, sino el diario acontecer de la nación mexicana.