LO REALMENTE OPORTUNO DE LO APARENTEMENTE INOPORTUNO

Se corre el riesgo de poner la resolución de diversas controversias en manos de los tribunales.

Guillermo Deloya
Columnas
deloya (1).jpg

Partamos de una afirmación de común aceptación: a nadie (y mucho menos a México) le conviene procurar una mala relación con Estados Unidos. En ningún caso es apropiado abrir un frente de discordia con quien es el principal socio comercial y de quien, en gran medida, depende un porcentaje importante de la deseable recuperación económica de nuestro país. Al tener en cuenta aquello, en consecuencia no hubiera sido deseable vaticinar el rotundo fracaso del encuentro bilateral, sobre todo cuando esos mezquinos deseos se rebosan en el interés político más que en el interés nacional.

El primer encuentro entre mandatarios es un suceso que ha dejado diversas lecturas. Un acontecimiento de alto riesgo por la notoria polarización que arrojan los tiempos electorales en el vecino del norte, y por aquella que permanentemente prevalece en nuestro país a razón de la contaminación política que se aspira en el ambiente.

La cuantificación de ánimos por medio de encuestas levantadas previo a la salida del país del presidente López Obrador indicaba que en promedio 55% de los mexicanos apoyaba la visita realizada a Donald Trump; la situación se distorsionaba significativamente cuando se hacía el cruce de esa conformidad con la preferencia partidista.

Lo cierto es que con un apoyo aceptable el encuentro ha aportado una perspectiva de oportunidad, sobre todo entre la clase empresarial y, por supuesto, en la vía del intercambio comercial entre los países.

El TMEC como marco de celebración ha provisto al encuentro de un velo de agrado que destensa toda la inquina previa al encuentro. Sin embargo los días venideros podrían no ser de celebraciones jubilosas y se deberá actuar con especial cuidado en un terreno hasta ahora desconocido donde, derivado de la implementación operativa del tratado, se corre el riesgo de poner la resolución de diversas controversias en manos de los tribunales.

Conveniencia

Pero a pesar de ese escenario de truenos que dibujó hace unos días el representante comercial de la Casa Blanca, Robert Lighthizer, los problemas que previsiblemente ocurrirán sobre todo en materia energética y laboral han encontrado un bálsamo primario en el entendimiento. No acudimos a revelaciones espectaculares para la solución de este y otros temas, pero al menos existe un piso de entendimiento como se ha dejado en claro en estos días posteriores al encuentro bilateral.

Los riesgos, sin embargo, son altos y la tentación que apunta al proteccionismo económico podría condicionar el comportamiento futuro de los socios comerciales, quienes ahora mucho se elogian. La “mirada de reojo” que inevitablemente se percibió en ambos mandatarios permite entender que existen temas que seguramente se pusieron en la mesa de discusión privada y de los cuales se esperan acciones de profundo calado y no necesariamente rentables en popularidad para México. La continuidad y posible endurecimiento de la política migratoria de contención que nuestro país efectúa, la compra obligada de productos agropecuarios incluyendo transgénicos, los incumplimientos laborables denunciables de manera anónima, el imparable tráfico de armas, la inconformidad por el cambio de reglas para la inversión en materia energética son temas álgidos a los que no se puede dar el tratamiento del “elefante en la sala”.

Pero la conveniencia política ha llevado a que del encuentro subsista casi con exclusividad el mensaje de camaradería y buena disposición. Es ahí donde Trump encuentra la rentabilidad política que el momento exige en un público votante hispano que compone casi 12% del total de electores en el país del norte. No es en la rijosidad sino en la percepción de colaboración y esperanza donde el presidente norteamericano encuentra una veta de mayor aprovechamiento.

El contexto y el texto del nuevo tratado comercial traen escenarios de incertidumbre. En un mercado de intercambio comercial que arroja cifras cercanas a los 576 mil millones de dólares y en un escenario de contracción económica que fluctúa en caídas desde 6 hasta 12% en los países, ha sido un acierto dejar atrás la ambigüedad en la relación y presentarse como amistosos colaboradores dispuestos a afrontar un futuro que nos depara un hueso duro de roer. Además en la medida en que se finque con raíces operativas sólidas esta relación comercial, vacuna, aunque endeblemente, sobre posibles represalias demócratas por el natural recelo inoportunamente gestado.