El cine, como valiosa expresión cultural, se debe catalogar como un caso especial. Es más bien un conglomerado de la expresión de la cultura colectiva de un país, que involucra las expresiones más representativas de una sociedad. Es una narrativa que constituye comunicación y mensaje en el cual se contienen representaciones de la imaginación, realidad e imaginación de una nación en conjunto. Digamos que es uno de los retratos más fidedignos que presentamos ante el mundo.
México se distingue poderosamente por ser un aportante de calidad al acervo mundial en este rubro. Hemos transitado desde la llegada a nuestro país del cine mudo a finales del siglo XIX, pasando por la Época de Oro entre 1949 y 1952, para arribar a la reciente y esperanzadora era donde nuestros productos cinematográficos fueron acreedores a óscares y otros múltiples reconocimientos. Pero, a pesar de la solidez de sus antecedentes y el prestigio adquirido, parece que entramos a un oscuro túnel donde la salida hacia la luz se ve aún borrosa.
Y es que la política pública es también un factor determinante en el éxito y lucimiento de esta industria nacional. No solo por la parte que concierne a lo presupuestal y económico, sino también en cuanto a la integridad de acciones para favorecer el florecimiento positivo de la actividad, son deseables como una contribución de cualquier gobierno que tenga entre su mapa de prioridades darle impulso cultural al país.
No es el caso de lo que ocurre en México ya que, debido a las reflexiones en torno del tema, se decidió una política de apoyo restringido a la industria nacional. La política de austeridad ha llevado a la extinción de los fideicomisos que habían sostenido la producción de cine que, también habrá que decirlo, en muchos de sus productos derivados de ese apoyo el valor cultural aportado era nulo.
Sin embargo, en el otro polo, por igual algunos filmes que llegaron a la cima se apoyaron en esta provisión económica que les significó un aliciente para triunfar. Hoy, junto a un ciento de fideicomisos, el Foprocine y el Fidecine ya no existen y mucho tendrán que remar contra corriente quienes busquen la suficiencia para existir.
Herramienta
Cabe la reflexión sobre qué tanto un esquema de transformación político-democrática que quiera cimbrar hasta las estructuras mismas de lo que nos había sostenido está completo si no se apuntala en la cultura.
La cultura está profundamente ligada a las estructuras sociales y por tanto constituye un instrumento real para promover el cambio social y elevar el nivel de vida en conjunto. Lo anterior permite avizorar la gran oportunidad que se tiene para promover un viraje en la correspondiente política pública y hacer del cine en concreto una expresión virtuosa que cumpla con la muy importante función de “culturizar” el ambiente nacional a efecto de echar hacia adelante a una sociedad que ahora solo encuentra las discrepancias ideologizadas que se avistan en las primeras capas de los conflictos.
No es esta una batalla para, nuevamente, contraponer en esquinas diferentes adeptos y detractores. Tampoco una discusión sobre la tan mencionada corrupción del pasado, sino más bien un momento de definición para contar con una herramienta que, sin llegar a exageraciones, se vuelve tan efectiva para el alivio de la problemática social, como cualquier programa asistencial.
Pero pesa el que ahora ni siquiera se pueda pasar al reconocimiento que hace visible el trabajo de altura en la industria. Por primera vez en 60 años la entrega de los Arieles, máxima distinción en nuestro país en el ramo, no se podría llevar a cabo ante la sequía presupuestal que impera como mandato. La discusión se polariza cuando voces de grandes ecos como la de Guillermo del Toro han puesto en el reclamo esta situación. El posicionamiento de la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas al igual contribuye a la reyerta, pero nadie aporta un plan que, conforme a una realidad irrenunciable en lo económico, vuelva a poner al cine mexicano en un mapa de lucimiento al cual había estado acostumbrado.
El rumbo que tome la discusión definirá el futuro de todos quienes viven y gustan de este arte.