MARCIAL

“Recuperación y edificación de futuros personales”.

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Columnas
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Esa sería la palabra que, en una personal apreciación, podría definir un año que culmina entre enormes claroscuros. Imbuir en tal palabra todo lo que implicaron los 365 días que llegan a su fin define a su vez lo que los rumbos de la humanidad misma han transitado en un año contaminado por la guerra, la estulticia y las consecuencias que trae y deja sembradas para las aún inexistentes jornadas de 2023.

Marcial y bélico ha sido ver cómo un país como Rusia promovió la cabalgata de la guerra al invadir a Ucrania; un conflicto de alcances y consecuencias aún indefinidas. Es este el momento en el que se pone en la mesa de la reyerta mundial entre países una guerra que incentiva otros ánimos de conato, como aquellos que se cocinan entre China, Estados Unidos y Taiwán, donde se puede desatar un escenario que nadie quisiera tener enfrente.

Bélico y marcial por igual es el clima que dejan las consecuencias económicas que tiene tal conflicto armado. La economía, aún con lastres de los efectos del cierre por Covid-19, no puede arrancar con solvencia. Las cadenas de suministro se encuentran todavía lesionadas y sin fecha para la recuperación plena, lo cual deja círculos incompletos para la comercialización de automóviles y electrónicos por falta de componentes. Además, en términos de guerra es como vendrá la lucha y tirantez entre Oriente y Occidente por los precios de combustibles que, todavía interrumpido el suministro por la guerra entre Rusia y Ucrania, promoverán un muy duro invierno en la mayor parte de Europa. Las distorsiones en la economía global se pueden palpar de continuar en esa incertidumbre para la provisión de algo tan necesario cuando los termómetros indican varios grados bajo cero.

De guerra y marcial es en verdad la política adoptada por China para continuar con el combate al Covid. Ahí la intolerancia y lo brutalmente lineal de las decisiones no solo propician un malestar social por el actuar público, sino que introducen profundas distorsiones a la economía global. Se suman a lo anterior la contravención y el repudio sistemático al accionar del gobierno, que choca con el control que un país sumamente cerrado ha tenido a lo largo de los años. Los jóvenes chinos no encuentran oportunidades laborales y la miseria urbana y la desocupación se apersonan cada vez más en las grandes urbes.

México

Marcial y bélica ha sido la discusión en nuestro país sobre distintos temas que cada vez más procuran una honda división entre los mexicanos. De naturaleza empática a lo militar, es precisamente la discusión sobre la participación de las Fuerzas Armadas para contener la ola insostenible de inseguridad que asola cada rincón de la nación. De tonos de guerra las discusiones sobre el INE y las reformas procuradas; se suman apreciaciones que lejos de proponer soluciones de consenso, radicalizan hasta puntos irreconciliables las pláticas sobre el tema. Los ejercicios ociosos de una democracia borrosa, como lo fue la consulta sobre revocación de mandato, ponen en diferentes bandos a mexicanos que a veces están dispuestos a llegar a la confrontación física por defender a los que desde el gobierno nos contemplan desentendidos.

En un real escenario de guerra se encuentra nuestro mancillado México ante la impunidad que arrojan reales masacres contra un promedio diario de 28 personas muertas por cada 100 mil habitantes, según datos oficiales, y ponen entre el miedo y la frustración a quienes vivimos tal asedio.

Pero por igual marcial debe ser la recuperación y edificación de futuros personales que abonen a construir un futuro colectivo prodigioso. Marcial contra la desidia y la inacción que permiten la no exigencia de nuestros derechos como ciudadanos. De guerra contra la conchudez que arraiga la falsa creencia en que los mandatarios vendrán a rescatarnos de nuestra mala fortuna; de aquella falsedad donde se condena la riqueza sencillamente porque se envidia el no tenerla, pero tampoco se trabaja con disciplina y tesón para alcanzarla.

Mexicanos al grito de guerra para alistar las armas contra el encono irracional al que apuestan los bandos de la política; arreemos banderas por procurarnos un mejor mañana común, donde estén abolidos los estereotipos lastimeros que nos han definido. Ahí sí, que haya guerra.