NEGACIÓN ES TAMBIÉN VIOLENCIA

El fomento a la convivencia armónica con perspectiva de género es impostergable.

Guillermo Deloya
Columnas
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Cuando no se suma a la solución de un fenómeno de general reconocimiento en su existir, y además se le visualiza como ácido reclamo por la deficiente actuación propia, difícilmente se podrán tener respuestas solidarias, empáticas y sensatas para aportar a la erradicación del problema de origen. Ese círculo de confrontación es el que el gobierno federal experimenta de manera creciente cada vez que se le menciona el escenario que viven las mujeres mexicanas en estos tiempos de confinamiento.

No solo estamos ante un incremento preocupante sino ante un problema potenciado por la invisibilidad de la cual se ha revestido lo que a todas luces nos lesiona como país. La violencia contra las mujeres en los hogares mexicanos es una cruel realidad que tiende a normalizarse si no se promueve un cerco integral para evitar estos escenarios que requieren medidas emergentes tanto de protección como de orientación y encauzamiento.

El secretario general de las Naciones Unidas ha tomado una seria postura dentro de este peligroso contexto: “Sabemos que los confinamientos y las cuarentenas son esenciales para reducir el Covid-19, pero también pueden provocar que las mujeres se vean atrapadas con parejas abusivas”. En palabras de António Guterres, todos los países deben tomar en cuenta acciones, programas y medidas propias para prevenir y erradicar la violencia doméstica.

La obligada convivencia y cercanía con sus agresores que muchas mujeres tienen que experimentar por efectos de la pandemia deriva en reales atentados contra la integridad de madres, hermanas, hijas y personas mayores, quienes además de las lesiones encuentran un panorama de desolación al considerarse este un problema menor o inexistente. Tan solo en el mes de marzo se iniciaron 20 mil 232 averiguaciones previas y carpetas de investigación por motivos de violencia familiar; organizaciones de la sociedad civil apuntan a escenarios más complejos, donde se estima que en el tiempo transcurrido en este confinamiento se ha asesinado a 210 mujeres en el país. Además 40 mil 910 llamadas a los servicios de emergencia, tan solo en los primeros dos meses de este 2020, nos dejan muy claro que estamos ante un fenómeno que va en alza y podría alcanzar incrementos de hasta 130% más casos en comparación con el pasado año.

Necesidad

En la medida en que se vence la barrera anacrónica del machismo se da paso a la sensibilidad por un problema que ha acompañado a la propia historia legislativa del país. Desde el paquete de reformas en materia civil y penal en 1997, donde en materia de violencia intrafamiliar se destaca la adición al artículo 265 bis, el cual considera como tipo penal la violación a la cónyuge o concubina y equipara las penas determinables a la violación común, hasta el enorme logro por contar a partir de 2007 con la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. En todos estos casos y muchos ejemplos más el primer paso para la acción traducible en penas mayores o nuevos tipos penales ha sido el pleno reconocimiento de que existe el problema. No hay ninguna razón de utilidad política en el reiterado dicho presidencial por cubrir con un velo tenue algo que en estos precisos momentos se perpetra.

Abolir y denunciar la monstruosidad que implica agredir con reiteración a una mujer, ya sea sicológica y verbalmente o hasta llegar al daño físico, es una labor que necesariamente pasa por el impulso de políticas públicas. Así, el fomento a la convivencia armónica con perspectiva de género es una obligación impostergable en pro de una futura población femenina con mejores condiciones para su integral desarrollo.

Es deseable que la Segob, junto con la Secretaría de Salud, el Instituto Nacional de las Mujeres, el Instituto Nacional para el Desarrollo Social de la Secretaría de Bienestar, el DIF y la Secretaría de Seguridad Pública, así como las estructuras correspondientes a los gobiernos locales, actúen en conjunto con la sociedad civil para paliar este penosísimo problema. Aquí no hay acusados ni señalados: hay más bien la necesidad de contar con un México integralmente sano, más allá de la protección de un cerco que evita los contagios, pero cubre con vergüenza el flagelo que nos hiere con mayor profundidad y de raíz.