RENÉ JUÁREZ CISNEROS

“Recorrió una gama envidiable de puestos públicos en su carrera”.

Screen Shot 2021-08-02 at 2.09.04 PM.png
Columnas
Share

A la distancia, y sumergidos en espesa nostalgia por la pérdida, es común ensalzar atributos y magnificar cualidades de aquellos que se van.

No serían estas líneas el caso. Sin embargo, siempre queda a la mano un ejercicio de remembranza justa para quien forjó caminos, sembró amigos y edificó legados con generosidad y rectitud.

A aquel que en un contexto donde generalmente se navega entre tempestades como lo es la política mexicana, hoy podemos evocarlo sin mayor apego que el testimonio de primera mano de este su servidor, quien tuvo la fortuna de colaborar con él en dos ocasiones y tuvo por igual la ocasión de construirse como su amigo.

René Juárez Cisneros no fue ajeno al esfuerzo ni a la adversidad. El de Acapulco se construyó desde la infancia un camino de méritos para satisfacer el sueño propio de ser alguien. Economista egresado de la Escuela Superior de Ciencias Económicas de la Universidad Autónoma de Guerrero, constantemente explicaba en pláticas interminables la lógica con la que se movían los indicadores del ramo en nuestro país. Una nación que en su presencia aún experimentó la más profunda crisis económica en 100 años al final de 2020, donde le dimos la bienvenida a cerca de diez millones de pobres; ahí era donde cabía un análisis aderezado por los modismos de la costa, donde poco se conoce del recato en los adjetivos que René le regalaba a autoridades y políticos.

Sentenciaba lacónico y lapidario destinos que no deseaba para el país y vestía de improperios a muchos de quienes decía no saciaban el hambre por robar.

René Juárez fue un hombre de Estado que recorrió una gama envidiable de puestos públicos en su carrera: legislador, presidente municipal, secretario estatal, subsecretario federal y gobernador. La administración pública la tripulaba con maestría y naturalidad. Era el mundo donde decía había nacido aspiracionalmente y era el mundo donde concluiría su paso.

Camarada

No se equivocó en ese augurio que arrojaba al aire con el complemento para dejar en claro que no se veía haciendo otra cosa que algo que tuviera que ver con su Guerrero o con su país. Fue visionario hacia el desarrollo en prácticamente todos sus encargos. Como en el gobierno del estado entre 1999 y 2005, desde donde impulsó visionariamente el nuevo Acapulco en la zona Diamante. Así estableció su firma progresista y objetiva en lo que tuviera encomendado.

Por lo que correspondió a la vivencia personal, como jefe inmediato ubicado en la Subsecretaría de Gobierno federal, puedo decir que fue un consejero generoso que supo escuchar los proyectos que en ese momento dibujaba para el Inafed, cargo para el que fui nombrado en marzo de 2017.

Fue además un hombre honesto y claro en su parecer; cuando había que subrayar una falla lo hacía con elegancia; revolucionaba la energía; veía el horizonte pegando la barbilla al pecho y variaba los tonos hasta lograr la intimidación, pero eso sí, con las razones y justificaciones en la mano.

René Juárez supo mantener su dignidad intacta cuando dimitió de un partido que le legaron con enormes horadaciones en el casco de navegación. Un hombre distinto desde el núcleo a aquellos que hoy buscan la conservación de sus privilegios en un instituto político donde a pesar de la tragedia electoral de la que fueron responsables se mantienen presumiendo los laureles de una victoria que solo existe en su conveniente imaginación.

Quedan del brother cajones y archiveros de anécdotas dotadas de colores encendidos hasta lo flamígero, pero que reflejan una sabiduría popular que como pocos podía sintetizar el gran Juárez Cisneros.

Hoy me vienen a la mente las disertaciones de Piedad Bonnet en su obra Lo que no tiene nombre. Es muy cierto que la muerte nos abochorna como si se tratara de algo ilícito, nos paraliza al no saber cómo comportarnos ante la despedida a quien se le profesó afecto y amistad. Sin embargo, la verdadera vida es física y lo que la muerte se lleva es un cuerpo y un rostro irrepetibles; el alma que es cuerpo. Así, en el recuerdo ecuánime de quien supo ser camarada, le dedico estas líneas con el permiso de mi añoranza, lealtad y gratitud.

×