RETO MÁS QUE PANACEA

Mejor es tener el asidero que nos vincula y no la discrepancia que nos separa.

Guillermo Deloya
Columnas
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El camino en el Legislativo está allanado; las expectativas sobre un impulso positivo a la economía se encuentran en ascenso, y los ánimos políticos aún denotan recelo y falta de consenso ante lo venidero.

Los preparativos han sido un camino donde la polarización previno de un difícil escenario en el cual se corría el riesgo de la demora en la aprobación de la legislación que en nuestro país soportará al Tratado México, Estados Unidos y Canadá (TMEC).

Con fortuna hemos apreciado cómo el Poder Legislativo ha dado cauce a las modificaciones en materias de aduanas, infraestructura de calidad, propiedad industrial, derechos de autor y Código Penal federal. Ya está puesta la mesa para el encuentro entre los presidentes, el cual se empapa del agradable aroma del deber cumplido para nuestro México.

Ahora habrá que mesurarse, tener la objetividad y estrategia para entender que el TMEC, por más necesario que sea, no vendrá a proveer de una solución contundente a las carencias económicas y de intercambio comercial que fueron agravadas por la pandemia. Es una inmejorable oportunidad que sin embargo en el tiempo inmediato no es una vía rápida hacia la recuperación económica. Es más: muchos serán los retos en los que nos tendremos que esmerar relativos a la productividad y calidad de exportación, sin dejar de observar los postulados que implican las denominadas reglas de origen, subrayadamente en el caso del sector automotriz.

Aún con ese camino aparentemente listo en su tersura la entrada en vigor del TMEC no aporta soluciones mágicas ni repentinamente visibles. Se podría incluso dar el caso de que exista un decremento del intercambio comercial traducido en afectaciones a la balanza comercial. Apenas estamos poniendo en marcha el motor y el peso de la masa que significa este importante rezago en la economía mexicana no puede tomar el ritmo deseado. Las cadenas de suministros padecen por igual esa ralentización y la demanda en los mercados internacionales aún está caída. En suma, hay que decirlo con claridad: es necesaria una estrategia de reactivación económica local que se empate con la aportación que nos da el tratado.

Impulso

En un país donde los efectos de la pandemia de Covid-19 son devastadores para el consumo interno y la inversión productiva existirán sin duda situaciones que ralenticen la reactivación de las cadenas de suministro y producción. En este caso lo deseable es una rápida respuesta que pueda satisfacer las demandas del mercado estadunidense; sin embargo la afectación para miles de productores mexicanos los ha puesto contra las cuerdas al no tener planes de incentivos fiscales ni apoyos directos suficientes con los cuales puedan maniobrar en la reapertura.

Una rápida respuesta puede significar el golpe contundente que los productores mexicanos necesitan para convertirse en sustitutos de insumos que actualmente aportan países asiáticos. Acero, componentes electrónicos y aluminio son algunos ejemplos de esta enorme oportunidad.

E inmersos en este panorama no hay duda alguna de que es mucho mejor contar con este instrumento que navegar a la deriva con una visión proteccionista del comercio y la economía. Los mercados integrados propician una especie de suerte colectiva que mucho nos conviene como país. Sobre todo cuando la recuperación de una economía como la estadunidense es previsible en el horizonte mediato. Mejor es tener el asidero que nos vincula y no la discrepancia que nos separa.

Estamos ante un mercado donde 494 millones de habitantes intercambian diversos bienes y servicios, donde la representación proporcional en términos del PIB mundial versa alrededor de 18% y donde tiene lugar 16% de la totalidad del mercado mundial. Tenemos la experiencia y antecedente del TLCAN, el cual nos deja provechosas lecciones. Una de ellas, quizá la principal, es que un instrumento comercial como el tratado no debe ser motivo para agravar la polarización económica que con gravedad se manifiesta en México. Esta es la ocasión para que, con objetividad y planeación estratégica, se pueda conseguir un comercio incluyente y un impulso a la participación y competitividad de las Pymes mexicanas en las cadenas de valor con la clara idea de que aún queda mucho por hacer en lo local, antes de cantar victoria y esperar resultados mágicos o pedir a gritos con acritud que estos se manifiesten.