¡SALGAMOS BIEN RESPONSABLES!

La libertad no implica una absoluta soltura que suena a irresponsabilidad.

Guillermo Deloya
Columnas
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El arribo de esta raramente atípica etapa de asueto, donde la urgencia por la apertura comercial empuja a la flexibilidad, es una buena oportunidad para recapitular sobre el devenir de la pandemia que ya cuenta con una vela en su pastel. En un México necesitado de darle agilidad a su patrimonio, la derrama económica que representan la Semana Santa y la semana de Pascua como periodos vacacionales es una bocanada de aire fresco para destinos que ya sufren una sequía prolongada de visitantes.

De esa manera Acapulco, Cancún, Mazatlán y Puerto Vallarta, como destinos de playa, aunados a la Ciudad de México, Guanajuato, Puebla y Guadalajara, bien podrían contar con un impulso importante dentro del estimado de los doce mil millones que la propia Secretaría de Turismo contabiliza como posibles dineros a captar.

Pero la oportunidad que lo monetario representa no puede entrar en tensión con el necesario cuidado de la salud, ni mucho menos se debe caer en irresponsabilidad de ciudadanos y autoridades. Es un buen momento para poner a prueba la enseñanza que permite saber que acudimos a una modificación prolongada de nuestro estilo de vida; ahí la constante de cuidados preventivos debe convivir con actividades recreativas sin que esto detenga el intercambio económico de productos y servicios.

Es este un laboratorio propicio para conjugar un actuar responsable con un esparcimiento merecido. Así podremos constatar que es viable seguir en el camino adecuado, siempre y cuando se continúe al igual en la ruta de los cuidados.

Mundo

Pero el panorama es esperanzador a pesar de lo duro que pudiera parecer el contexto. Si avistamos distintos casos a nivel internacional podemos constatar que el margen de permisividad que tendremos en el país será generoso. La restricción de actividades en Alemania, donde se decreta nuevamente el confinamiento estricto para los primeros días de abril, pone en un complicado escenario al comercio e industria. Se constriñe al igual la movilidad aérea y se exige la prueba PCR negativa para cualquier visitante.

No distan de estas acciones países latinoamericanos como Venezuela y Perú; en este último incluso se mantiene el toque de queda nocturno y se acota el transporte de personas solamente a la vía terrestre mediante bicicletas o a pie, lo que propicia que solo se recorran distancias muy cortas por parte de posibles contagiados. En cuanto a las celebraciones religiosas el Vaticano ya anunció la reducción significativa del aforo de fieles que acudirían a la Plaza de San Pedro y reforzará medidas de ingreso con filtros sanitarios de estricto rigor.

Es así que la libertad no implica una absoluta soltura que suena a irresponsabilidad. Insisto: es una enorme ocasión para dar ejemplo ante el indetenible transcurrir de la vida misma.

La pandemia en conjunto nos deja números duros y profundas lecciones; la más lamentable de las secuelas es la pérdida de cerca de 200 mil mexicanos que ya no están entre nosotros. Sin embargo mucho puede hacer un real comportamiento solidario de quienes no han visto siquiera de cerca al virus, pero que pueden convertirse en vehículos que porten el infortunio hacia otros confines. Nuestro generoso cúmulo de tradiciones pasa sin lugar a dudas por el referente que significa esta época; de ahí se puede partir para que se afiance una cultura colectiva de respaldo y empatía que tanto nos ha hecho falta.

Esa significativa disminución en la tasa de contagios de cerca de 30%, adicionada a aquella que mide la hospitalización donde se reporta 21% menos de casos que en pasadas semanas, parece un asomo a un mejor panorama. La vacunación avanza y ya tendríamos seis millones de inoculados, con la necesidad de apresurar el paso para aplicar con prontitud las más de ocho millones de dosis que se encuentran en el territorio nacional.

Por otra parte los negocios y familias que con tantas penurias viven el distanciamiento en los pequeños paraísos que México tiene para vacacionar por igual ansían una nueva oportunidad de recuperación. La pregunta se asoma en este entorno: ¿Los mexicanos estamos a la altura de un reto como el que se avecina? ¿O solo salimos buenos para la fiesta sin límite?