¿SOMOS REVOLUCIONARIOS?

Guillermo Deloya
Columnas
Revolución Mexicana

Más allá del ardid publicitario de un partido político que naufraga, la pregunta de fondo se hace actual una vez que se han cumplido 112 años del inicio de un movimiento social pactado profundamente para lograr una transformación urgente del México desigual.

Es así como la utilidad de una larga reflexión que se elonga por más de un siglo debe apuntar a realmente consolidar ciertos preceptos que, a diferencia de las grandes revoluciones del siglo XX, para los mexicanos aún permanecen borrosos.

Nos perdemos en el simplismo de considerar que este movimiento fue únicamente una lucha antagónica entre un bando oprimido y un dictador villano. Pero estamos ante un pasado sumamente borroso y escrito con letras románticas que la historia nos ha dejado; si aportamos a la actualidad una reflexión a la luz del rigor académico encontraremos que existe una aparición cíclica de características comunes en los movimientos sociales que, conforme a Alexander Deulofeu, rayan en el rigor matemático, ya sean estos movimientos armados y conflagrados en la violencia, o sean transiciones más pausadas que por igual implican un cambio radical de la esencia que soporta a un régimen político.

Habrá que considerar al movimiento revolucionario como el catalizador más poderoso que pone en movimiento a la historia y es, por igual, una de las expresiones más puras del ejercicio de libertad del ser humano.

En el caso de nuestro país no podemos concebir al movimiento de 1910 en su conjunto como una lucha de dos polos; estamos ante un intrincado camino de movimientos que llevaron a confrontar a reales facciones y bandos que pasan por el mando de Madero, Zapata, Carranza, Villa, a quienes podemos agrupar como a aquellos originarios que fueron eliminados con violencia por los intereses más obscuros del régimen; Obregón, asesinado por un civil, vendría a confirmar lo virulentos que principios como la no reelección se hicieron ante los ojos de una nación cambiante; Maximato y Cardenismo propusieron una estabilidad anhelada que sencillamente no encontró la plenitud del eco que pactara un nuevo rumbo consolidado.

Límite

Tornando la vista al análisis aportado por Deulofeu, existe una categorización para cada tipo de movimiento revolucionario, pero además hay por igual una necesidad remedial encuadrada a cada categoría a efecto de completar un círculo virtuoso que deje a la sociedad en rumbos de recuperación.

Así, se pueden catalogar en cuatro rubros los movimientos sociales que parten desde el siglo XVIII a la fecha. En primer lugar encontramos aquellos movimientos que parten desde la desintegración de un poder hegemónico y coinciden con la unificación del pueblo alrededor de la causa. Aquí bien cabe la revolución rusa de 1917 y la mexicana de 1910.

En segundo término están aquellos movimientos que parten de la fragmentación territorial y buscan la abolición de un régimen colonial. Este es el caso de la revolución independentista de Estados Unidos. Se abandona la fragmentación en favor de una unificación mayor y un deseo de resurgimiento.

Recae el tercer puesto en las categorías del sociólogo catalán sobre los movimientos que ocurren en los momentos de las mayores crisis gubernamental y sociales, pero la base social se reconstituye alrededor de la restitución del poder unipersonal. Es este el caso de la revolución francesa.

Y finalmente, estamos ante aquellas revoluciones donde se proviene de la búsqueda progresiva de libertades y la reconfiguración del gobierno en una cúpula de mando. Aquí se ubica la revolución independentista colombiana.

Pero lo más interesante es saber que en la primera categoría hay una condición irrenunciable para trazar un trayecto virtuoso en torno del movimiento social. Esta es la etapa de reconciliación social que, por las circunstancias, en aquel lejano 1910 no ocurrió. Si traemos a lo contemporáneo el análisis, las autodenominadas transformaciones nacionales, que buscan tener un muy hondo calado en el acontecer socio, democrático y gubernamental, por igual requieren trazar el trayecto de éxito mediante la implementación de una etapa de reconciliación nacional la cual, a razón de los recientes acontecimientos y expresiones, se ve lejana en un México que tiende a imponer razones mediante la polarización. Estamos en un límite peligroso que, para el mismo Delofeu, puede significar futuro promisorio, o destino empobrecido y deteriorado.