UN LAMENTO BOLIVIANO

Viene en correspondencia la enorme exigencia por el logro de resultados expeditos.

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Columnas
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Una vez más en la historia electoral latinoamericana nos topamos con lo que hace meses se antojaba de difícil realización. Estamos ante un regreso casi instantáneo de un grupo de la política que apenas hace un año enfrentó un duro escenario de acusaciones por fraude en Bolivia, el cual culminó con la salida atropellada de Evo Morales del país andino.

Pero ahora la atmósfera se ha tapizado de buenos augurios para el partido MAS: el Movimiento Al Socialismo pudo recomponerse desde la crisis de noviembre pasado, fundamentando ese renacer en factores coyunturales y aciertos en el devenir de su candidatura presidencial. Se ha encumbrado en primera ronda a Luis Arce como artífice de un triunfo contundente que colma de esperanza para tejer de nueva cuenta un país con unidad nacional y montado en los rieles del progreso.

Sin embargo los retos después de este oscuro tránsito avizoran más de un desafío y ponen a prueba la nueva institucionalidad boliviana traducida en una democracia renovada.

Del enorme grado de confianza depositado en Arce viene en correspondencia la enorme exigencia por el logro de resultados expeditos. Una Bolivia sumida en la confrontación y las tensiones entre el oriente progresista y el occidente del altiplano indígena precisa de un equilibrio en el desarrollo armónico de las regiones.

Además es vital recomponer la relación del Ejecutivo con las Fuerzas Armadas, mismas que se radicalizaron en el mandato reciente de Evo Morales al grado de fanatizar a sus integrantes.

Simultáneamente, y de manera virtuosa, existen condiciones que dejan un bono democrático derivado de una elección con tan alta participación y contundencia. Tal es el ánimo que Chile, Perú, Colombia y Brasil se reconocen como aliados regionales con intención absoluta de cooperación para la resolución de problemas comunes como el tránsito de personas, el narcotráfico, el intercambio comercial y la provisión de insumos energéticos de alto consumo, como el gas natural.

Pregunta

Lo cierto es que el proceso de consolidación democrática en una época turbulenta y limitante es de reconocerse. La observación internacional para el fortalecimiento de la democracia por organismos como la Organización de Estados Americanos aportó condiciones y cercos que alejaron posibilidades de una nueva manifestación autoritaria. Se propició la esperanza y se ahondaron las raíces del “masismo” en la población boliviana, lo que permitió una participación masiva en las urnas. El MAS volvió a la apuesta presencial controlada por su militancia para la diseminación de la oferta electoral, dejó a un lado el laberinto de las redes sociales y minimizó la confrontación estéril.

Un caldo de éxitos que rindió frutos. Ahí Arce encaja inmejorablemente en un sentir colectivo que se fía de un personaje jovial que además cuenta con probada experiencia y puede solventar lo que en este gobierno de transición intrapandemia se agudizará: la crisis económica y la polarización sociorracial. Arce es recordado como artífice del repunte económico reciente y como participante activo y promotor de políticas de inclusión indígena en el aparato productivo nacional. Así, junto con la frontalidad con la que el gobierno interino trató los temas nodales de la pandemia y la sonada corrupción, el MAS se convierte en gobierno y quizás en una futura confluencia de circunstancias pueda pactar la reconciliación con quien es el patriarca moral del movimiento: el depuesto Evo Morales.

Y a lontananza suena un lamento que clama por ser escuchado. La pregunta es provocadora: ¿es factible y pertinente la incursión de Morales? Probablemente las heridas en aquel país están aún sangrantes; la confrontación que devino de una ruta de acusaciones y señalamientos ante el autoritarismo dificulta la inserción tersa de Evo en la vida pública boliviana. Pero la legitimidad acrecentada en este triunfo de sus afines puede llevarlo a la ansiedad y las prisas por hacerse visible prontamente.

Sabemos que cuando se busca la reivindicación después de la afrenta muchos son los errores que pueden cometerse en el camino. El principal es quizá la ya velada exigencia de Morales por ser reconocido como parte del triunfo electoral de Arce. Pesar como un lastre, ser una sombra incómoda, lo puede volver a aislar, convertirlo en un recuerdo incorpóreo que se mantiene a distancia en aras de la funcionalidad de un renovado proyecto de país.

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