VIVAMOS MÉXICO

“Otra renovación que implica cambio y ruptura de paradigmas”.

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Columnas
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Al vernos en una nueva versión de nuestra más poderosa proclama de orgullo nacional no hay más que reflexionar sobre cómo México continúa forjando una identidad que sigue escapando a ser catalogada con rigor.

Este nuevo grito de independencia pospandemia tal vez generó una estridencia mucho mayor desde un pueblo que clama al mundo atención para reivindicarse constantemente.

A lo largo de nuestro camino en la historia siempre ha existido la inquietud por c. Estamos los mexicanos en una constante evolución al transitar por una ruta de tradiciones, cultura, apegos y supersticiones que conforman un crisol de pareceres que nos hace únicos. Somos esa raza cósmica de la que Vasconcelos hablaba; que entremezcla un pensamiento de Waldo Frank por considerarnos aquellos quienes vibramos en la peculiar energía del nuevo mundo.

Somos las reflexiones cuasi fatalistas de Paz, pintadas con matices lustrosos de Leopoldo Zea al estar aún en esa búsqueda incansable por encontrar la anhelada paz de espíritu. Es desde un nuevo podio esta contemplación de lo que es ser mexicano en nuestros días.

Con un cúmulo de renovación mandatada a cuestas, en esta época se ha acentuado con mayor énfasis que nos encontramos en la etapa de otra renovación que implica cambio y ruptura de paradigmas. Pero ¿en realidad transitamos hacia la renovación prodigiosa de pensamiento que tanto buscó el latinoamericano Ezequiel Martínez Estrada?

Tal parece que esto es una moda recurrente que mucho tiene que ver con la empatía hacia la clase política del momento. Así, esta cuarta transformación ha pretendido abarcar una nueva delimitación del ser mexicano, anclado en preceptos contrapuestos a la identidad egocentrista adquirida en el llamado periodo neoliberal (a decir de los adeptos políticos promorenistas).

Identidad

Pero la configuración de la identidad nacional escapa de cualquier borde que se le imponga; la identidad no es un resultado estático ni incambiable. Es más bien un proceso evolutivo sin dueños, dinámico por circunstancias, regiones, educación, credos y creencias, el cual a pesar de la conveniencia de los grupos políticos para homogeneizar nuestro pensamiento no es patrimonio de nadie.

Sin embargo, lo que sí había sido irrenunciable era la empatía de definición que ha tenido el concepto amplio de identidad nacional con la conceptualización del Estado mismo. Así, cuando ambos conceptos se toman de la mano, las dos esferas, encontramos un México insurgente articulado institucionalmente en la Constitución de 1812; o al México federalista de la Constitución de 1824; el país de instituciones de 1857; o el país de los derechos sociales de la Carta Magna de 1917.

Pero el momento actual parece que no necesitaría un momento fundacional anclado en la reinvención de nuestro máximo mandato legal. Esta definición como mexicanos proviene de una necesidad colectiva por un cambio que a poco deja atrás la tutela de un Estado para la redefinición.

Hoy como nunca los mexicanos vivimos en una pluralidad que peligrosamente puede convertirse en profunda polarización. Vivimos por igual muchas realidades simultáneas que constantemente necesitan de varias revisiones bajo el surgimiento de nueva información. Cada vez más estamos en la dinámica estudiada por Anthony Giddens sobre la universalización de las transformaciones que genera la modernidad. Somos mexicanos pero no somos los mismos mexicanos; ni entre nosotros ni en la temporalidad de pocos años. Somos una gran masa humana de 124 millones que pueden encontrarse más integrados pero a su vez más fragmentados.

En la medida en la que desdibujamos el pasado a conveniencia, borramos parte de nuestro entendimiento presente sobre el papel que representamos en esta noble tierra.

Somos de México, de este país que por significado se encuentra en el ombligo de la luna. Ojalá que la forma adquirida de esa nueva identidad esté a la altura de los tiempos que, por seguro, serán de retos y dificultades. Esperemos no reciclar inútilmente esas rancias concepciones que patrioteramente dibujan a un pueblo destinado a sufrir por mandato y a ser abusado por el sistema. Estoy seguro de que en cada nuevo “Viva México” va empeñada una promesa de renovación; ojalá se acompañe de un compromiso por la mejora.

Somos de México, somos mexicanos. Somos patria, territorio e historia viva. Vivamos pues; vivamos, querido México.

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