Bitcoins

Es la nueva moda monetaria en el mundillo de los inversionistas.

El bitcoin parece que tiene un poder seductivo que confunde al público
Foto: zcopley, Creative Commons
Guillermo Fárber
Columnas
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Es la nueva moda monetaria en el mundillo de los inversionistas. Se llama bitcoin y es “una moneda electrónica descentralizada concebida en 2009 por un extraño personaje que usa el seudónimo de Satoshi Nakamura. El nombre se aplica también al protocolo diseñado por el mismo autor y a la red P2P que lo sustenta. Al contrario que la mayoría de las monedas, el bitcoin no depende de la confianza en ningún emisor gubernamental, sino que utiliza un sistema de prueba de trabajo para impedir el doble gasto y alcanzar el consenso entre todos los nodos”. ¿Le entendiste? Yo tampoco.

Algunos amigos míos (ellos se dicen inversionistas, pero para mí más bien son apostadores) se muestran muy entusiasmados por esta opción, arguyendo que los bitcoins les han hecho ganar mucho dinero.

Pero, claro, son “utilidades” puramente virtuales típicas de los esquemas Ponzi, vulgo pirámides.

En fin, el bitcoin parece que tiene un poder seductivo que confunde al público, hasta a los más trinchones. El hecho de que no se origina en una entidad gubernamental le otorga una falsa estimación, derivada de que los gobiernos han cometido tantas atrocidades con el papel que emiten. Por eso se cree que si no lo produce un gobierno, debe tener mérito.

Otra “virtud” que le atribuyen sus fans es que su circulación no es obligatoria como el dinero gubernamental. Pero esto tampoco es un argumento válido para encomiarlo tanto: un fraude ingenioso puede ser aceptado voluntariamente por la población sin necesidad de coerción, sin ser obligatorio.

Otra moneda fiat

El punto fundamental, que al parecer no ven mis amigos ilusos, es que el bitcoin no tiene existencia real. No puede ser almacenado en casa, vaya. Es una “moneda” virtual, como dígitos bancarios.

Puede funcionar mientras haya gente dispuesta a entregar mercancías o servicios a cambio. Puede ser útil como medio de intercambio para su uso en el comercio, pero quien acumule bitcoins como forma de ahorro se expone a que cambie la actitud del público hacia él.

En el ámbito internacional, la recepción de bitcoins no constituye settlement de una deuda contraída por la entrega de bienes o servicios. No ha habido finiquito, pues, que es la entrega, a satisfacción del vendedor, de una mercancía de valor correspondiente a los bienes o servicios vendidos. El mundo está usando monedas ersatz (artificiales). Sirven para adquirir otras cosas, pero no sirven para el ahorro porque no hay finiquito.

El bitcoin no es un bien; es un símbolo virtual en computadora, un espejismo cuya única utilidad es poder pasarlo a otro usuario, a cambio de algo. El oro es lo único, aparte de la plata, que puede lograr finiquito, como la mercancía más comerciable que existe. No tiene “riesgo de contraparte” y es universalmente aceptado, salvo donde por la fuerza se impide su uso.

Un mundo que se ha vuelto loco con la incertidumbre de monedas emitidas por gobiernos, busca un refugio. Gente despistada cree que el bitcoin ofrece refugio. Está muy equivocada.