Se ha dicho mucho, pero mis amigos economistas todavía no lo entienden y lo más probable es que nunca lo lleguen a entender: los ámbitos humanos, como la economía, no son máquinas inanimadas sino organismos vivos. Pero estos señores insisten en su miope visión reduccionista y mecanicista.
Ahora Nassim Nicholas Taleb (matemático de verdad, no mero aficionado como ellos) vuelve a explicarles con manzanitas que la economía no es cuestión de manipular palancas, botones, poleas y engranes que sólo ellos saben cuáles son y en qué momento apretar-jalar-empujar-subir-bajar-ajustar-distender (incentivos y desincentivos fiscales, tasas de interés y de inflación, niveles de endeudamiento interno y externo, salarios y competencias, etcétera).
Pero es inútil: a lomos de sus formulitas hilarantes, ellos siguen creyendo que saben, y los políticos siguen fingiendo que les creen.
Tan sólo un ejemplo. Todo economista que se respete reverencia las “proyecciones”, cuando Taleb ha dejado muy claro (y antes que él Sexto Empírico, Algazel, Bayle, Montaigne, Hume y mil otros) que “el pasado no puede usarse como una base confiable para predecir el futuro”.
Aprendiendo a amar la volatilidad
En este artículo que te encarezco leer completo Taleb profundiza en el concepto que lo hizo famoso: los cisnes negros (black swans). Y dice esta abominable herejía: “En un mundo que constantemente nos arroja grandes e inesperados eventos, debemos aprender a beneficiarnos del desorden. En la vida económica, y en la historia en general, prácticamente cualquier suceso de consecuencias proviene de cisnes negros; los eventos ordinarios no tienen más que efectos pequeños en el largo plazo. Sin embargo, por algún extraño sesgo mental, la gente suele tener confianza en sus predicciones. Pero nuestras herramientas para pronosticar, evaluar y medir riesgos no pueden ni siquiera comenzar a aprehender estos cisnes negros. De hecho, nuestra fe en dichas herramientas hace más probable que continuemos a ciegas tomando riesgos peligrosos.
“Algunos cometen el error de creer que yo propongo desarrollar mejores métodos para predecir cisnes negros. Otros preguntan si no debiéramos simplemente rendirnos, dado que no podemos medir los riesgos de estallidos potenciales. La respuesta es simple: debemos crear instituciones que no se desmoronen al choque con cisnes negros —incluso deberíamos poder obtener ganancias de esos eventos inesperados.
“Para lidiar con cisnes negros lo que necesitamos es instituciones y sistemas que se refuercen y aun prosperen en ambientes de volatilidad, variabilidad, estrés y desorden. A esta característica la llamo ‘antifragilidad’. Curiosamente, tanto la fragilidad como la antifragilidad son medibles. Desde un punto de vista práctico, aplicar la antifragilidad significa que nuestros esquemas públicos y privados deberían ser capaces de sobrevivir y aun mejorar en un clima de desorden. Así podremos tomar mejores decisiones, sin caer en la ilusión de poder predecir el próximo evento grande, y podremos navegar en situaciones en que predomina la incertidumbre y nuestro entendimiento es limitado”.
Y luego Taleb da cinco reglas “que nos pueden ayudar a establecer la antifragilidad como un principio de nuestra vida socioeconómica”. Hay que leerlas, queridolector(a).