EL MUSEO COMO LUGAR DEL DISCURSO OFICIAL

“Esta herencia discursiva sigue manifestándose en la actualidad”.

Ignacio Anaya
Columnas
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Cuando pensamos en un museo normalmente solemos asociarlo a un espacio donde fluye un cierto tipo de conocimiento resguardado por su valor. Existen varios tipos de museos: históricos, artísticos y científicos, por mencionar algunos. En ocasiones se entremezclan estas categorías. Igualmente podemos encontrar una relación del museo y su exposición con la historia creada desde el discurso oficial. Los países gestionan dichos lugares a partir de una retórica sobre la manera en que se debe configurar el pasado para mostrárselo a la sociedad. A veces son un espejo del colonialismo, autonombrándose protectores de los vestigios, antiguos y contemporáneos, de otras culturas.

Un elemento fundamental para toda identidad nacional son sus orígenes. En México estos se encuentran en los pueblos indígenas, aunque siendo más específicos, con mayor predominancia en las civilizaciones mesoamericanas.

El mayor exponente de este discurso es el Museo Nacional de Antropología, espacio donde habita esa historia gloriosa que tanto alaba el Estado. Es cierto que es de los más famosos y visitados del país, pero la cuestión no radica tanto en el recinto sino en su discurso. Este crea una unión nacional al situar a todo mexicano en un origen prehispánico. Nos hace sentir como parte de ese pasado, creando así un sentimiento de pertenencia.

La identidad nacional está presente en estos espacios de exhibiciones permanentes, en los cuales su propio carácter de temporalidad indefinida es prueba de que sigue y seguirá vigente el discurso oficial. Le quitan las cadenas del tiempo al ser de la nación mexicana.

Civilizaciones

Esto resulta contradictorio si se toman en cuenta varios elementos, los cuales muestran un discurso oficial que en ocasiones choca con la realidad. Desde que nació el país ha habido distintos proyectos políticos con su propia mira sobre el papel del indígena, tanto del antiguo como del actual. Dicha cuestión les ha conferido un lugar en los discursos oficiales sobre su estatus dentro de la nación. No obstante, al momento de tratar el caso de las culturas del pasado parecería que su papel dentro de la patria mexicana es aceptado por el gobierno y la sociedad. Me acuerdo que en una ocasión un estudiante universitario dijo que la Conquista era lo peor que le pasó a México.

A finales del siglo XIX y comienzos del XX prácticamente existieron dos discursos sobre los pueblos indígenas: aquellas grandes civilizaciones (donde caben muy apretadas las culturas de Oasisamérica y Aridoamérica) consideradas puras y que han sido motivo de orgullo para el Estado Mexicano y la sociedad; y aquellas que existen en la actualidad, a las que en reiteradas ocasiones se ha tratado de hacer parte del ser nacional. Ellos aparecen, eso es cierto, en el discurso, pero sus voces parecen servir más como exhibición, según los intereses de los grupos en el poder, que de la necesidad de escuchar sus problemáticas.

Esta herencia discursiva sigue manifestándose en la actualidad. Durante gran parte del siglo XX, con la llegada de los museos actuales, los espacios de arte e historia patrocinados por el Estado dieron cuenta de la importancia del primer grupo, mientras que convirtieron al segundo en objeto para ser observado.

Solo hay que mirar el segundo piso del Museo Nacional de Antropología.