“Cierto, podía visitar la tumba de mi padre, pero juré venganza contra los mexicanos que me hicieron mal; y cuando me encontraba cerca de su tumba o veía cualquier cosa que me recordara a los días felices del pasado, mi corazón ardía en busca de venganza contra México”. Con esas palabras Gerónimo recordaba su odio y los comienzos de una campaña contra mexicanos que posteriormente incluiría a Estados Unidos.
De esa manera buscaba vengar la muerte de su madre, su esposa y tres hijos, asesinados por soldados sonorenses bajo las órdenes del coronel José María Carrasco en 1851.
Aquel episodio, conocido como la Masacre de Kas-ki-yeh, sembraba los inicios del famoso guerrero apache.
Gerónimo no era jefe de su banda, los Bedonkohe (apaches chiricahua), pero se le permitió tomar el mando de batalla en distintas ocasiones. Llevó a cabo redadas en poblados de Sonora y Chihuahua, puesto que su venganza nunca quedó satisfecha. Los actos revanchistas implicaban el equilibrio ante un mal cometido y, por lo tanto, era un deber arreglarlo.
Es probable que en los sesenta de aquel siglo se haya unido a las fuerzas de Cochise, líder apache que combatió a los estadunidenses en Arizona. En ese entonces la expansión y el crecimiento de la modernización en dicho territorio provocó el desplazamiento de sus pobladores originarios a reservas.
Hasta los ochenta Gerónimo estuvo presente en Arizona y Nuevo México. Él negó haber cometido ataques contra los estadunidenses, ya que su problema era con los mexicanos, pero salieron acusaciones en su contra. Lograba evadir a las autoridades, ya fuera por su conocimiento de la zona o engañándolos con sus palabras: se dice que era buen manipulador.
Epopeya
Durante un tiempo fue capturado y estuvo en la reserva de San Carlos, Arizona, en la cual juntaron a apaches de distintas bandas; algunos de ellos eran traídos de otras reservas. Las condiciones ahí eran de lo menos prósperas, por lo que las fugas eran comunes. Gerónimo escapó en varias ocasiones.
En 1881 volvió a fugarse y comenzó una rebelión tras el asesinato de un profeta apache. A partir de ese momento llevó a cabo una campaña contra los “blancos” que le generó una mala reputación entre las poblaciones mexicanas y estadunidenses. El encargado de capturar a Gerónimo fue un veterano de las guerras apache, el brigadier George Crook. Entre sus estrategias, firmó un acuerdo con México para que tropas de ambos países pudieran cruzar la frontera y perseguir a los rebeldes.
Dos veces Gerónimo negoció su rendición y en ambas terminó escapando. Se sospecha que las expediciones para capturarlo constaron de cinco mil soldados del ejército estadunidense y tres mil 500 del mexicano, sin contar a los exploradores indígenas. Demostró una gran destreza para evadir a sus enemigos usando la geografía de México y Estados Unidos a su favor.
Finalmente, ante la promesa de una vida tranquila si se entregaba, bajó las armas en 1886. Estados Unidos no cumplió con lo pactado y mandó a Gerónimo como prisionero de guerra a Fort Pickens, Florida, lejos de sus tierras natales. Después fue trasladado a Fort Sill, Oklahoma, y en ocasiones se le llevó a exposiciones internacionales por el país, donde se volvió un atractivo para los espectadores. Gerónimo falleció en febrero de 1909, no sin antes dictarle su pequeña autobiografía a S. M. Barret, quien la publicó en 1906. Su vida, más allá de la leyenda (cosa difícil de separar), refleja los últimos años de una guerra generacional, viva actualmente como una epopeya de resistencia.