LA LUCHA LIBRE MEXICANA: UN ESPECTÁCULO NACIONAL

“En el cuadrilátero se vive la celebración moderna de la violencia”.

Ignacio Anaya
Columnas
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Respetable público, ¡lucharán de dos a tres caídas, sin límite de tiempo!

El ser humano siempre ha sentido cierta atracción por la violencia. En Roma se levantaba el famoso Coliseo como monumento a ella. El público gritaba ante la lucha de gladiadores, muchas veces para desahogar sus penas y problemas, olvidando todo por un momento.

Dos mil años después, en México hay un nuevo espacio de violencia que si bien no la representa como los antiguos coliseos sí la simula como entretenimiento: la lucha libre.

La gente acude a ella para sentirse libre de descargar sus enojos, aunque de manera humorística, ante la pelea en el cuadrilátero. Luchas libres hay varias, pero hay algo en la de nuestro país que la hace tan atractiva y única.

A finales de abril de 1956 se inauguró la Arena México sobre una superficie de doce mil 500 metros y con capacidad para 17 mil 678 personas, construida para presentar a sus propios combatientes: El Santo, Blue Demon, Místico, Atlantis, Rey Bucanero, entre otros y otras luchadores y luchadoras que, al igual que los gladiadores romanos fueron inmortalizados en el coliseo, ellos lo fueron en el cuadrilátero.

La gente recuerda esto con frases entre gritos y risas: “No me toquen a Atlantis, que es patrimonio de la humanidad”, “Una foto, Místico”. El humor mexicano, a veces pesado, se manifiesta en este entorno que para muchos es un símbolo de la identidad nacional actual. Hemos visto aviones con símbolos de la lucha libre, así como un espacio dedicado a esta tradición en el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (muchas otras cosas se le podrán criticar).

Coreografía deportiva

En esta esquina El Santo y El Cavernario y en esta otra Blue Demon y Bulldog.

La lucha libre mexicana, más que un deporte, es una coreografía deportiva; un espectáculo que alude a una violencia rítmica, simulada y real; estas tres fórmulas son clave.

Debe estar todo perfectamente ensayado, ya que los golpes sí están presentes y un error puede ser grave para el luchador. El público también es parte de toda esa obra. La Arena México está hecha para que se escuchen fuertemente el grito de los espectadores y las porras presentes, las cuales nunca faltan. Gritos, insultos y risas reinan en aquel espacio y son, junto con los luchadores, los protagonistas de la lucha libre.

Gente de todo tipo acude: niños, niñas, adultos, nacionales y extranjeros. Los pequeños van a ver a sus héroes pelear, los grandes a olvidarse por un momento de todos sus problemas y para quienes vienen de afuera es un atractivo mexicano.

Al igual que en la Antigua Roma el espectáculo principal consta de un combate entre dos luchadores o equipos. Lo que hace tan peculiar a la lucha libre mexicana son las acrobacias, las cuales requieren un gran nivel de atletismo y asombran tanto al público local como al extranjero.

El Coliseo romano estuvo activo alrededor de 500 años. ¿Se podrá esperar lo mismo de la Arena México? La lucha libre mexicana es desde la segunda mitad del siglo XX parte de la cultura moderna del país. Las máscaras que resguardan la identidad de muchos de sus gladiadores son icónicas mundialmente, cientos de miles de turistas vienen al año para ver tal espectáculo. En el cuadrilátero mexicano se vive la celebración moderna de la violencia, de aquella que nos gusta presenciar porque al final de cuentas se convierte en un espacio más de los lugares comunes (identidad, distinción y comunicación social) del mexicano.

Y la gente comenzaba a gritar, se sentía enardecida sin cesar.