CUBREBOCAS MEXICANO: TRANSPARENTE, EFICAZ E INCLUYENTE

Protege a la persona del riesgo exterior y protege a los demás de un posible asintomático.

J. Alberto Castro
Columnas
castro1.jpg

Orillada por un grupo de científicos que lidera la investigadora Lidia Morawska, de la Universidad Tecnológica de Queensland, en Australia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció que la transmisión del nuevo coronavirus es posible por medio de partículas de aerosol que quedan suspendidas en el aire, especialmente en lugares cerrados, y que bajo esta premisa el uso de cubrebocas resulta imprescindible para contener la propagación de la enfermedad que tiene al mundo en vilo.

Por ello este organismo de la ONU considera que portar cubrebocas “debe formar parte de una estrategia integral que incluya medidas destinadas a eliminar la transmisión y salvar vidas”.

La OMS no subestima la importancia de higiene de manos, distancia física y aislamiento, pero ahora suma y recomienda a los gobiernos fomentar el uso de cubrebocas en áreas donde la transmisión sea generalizada y resulte poco posible aplicar las medidas de control ideales, aunque reconoce que existen pocas pruebas de la eficacia de las mascarillas de tela en zonas públicas.

Hoy más que nunca es crucial para cualquier persona acceder a un cubrebocas seguro, eficiente y económico para salir a la calle o internarse en un lugar cerrado.

La buena noticia no tardó en llegar: el pasado 10 de julio Miguel Huerta, investigador del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) de Jalisco, difundió: “Con un equipazo estamos por terminar un proyecto superfregón: un cubrebocas que permite ver sonrisas, incluyente (para leer los labios), reutilizable de manera indefinida, sin riesgo de uso inadecuado y tan eficiente como un N95. Y lo mejor: hecho y diseñado en México”.

En concreto Huerta dio a conocer que junto a su equipo de alumnos del ITESO está por culminar un proyecto que involucra una mascarilla transparente, ergonómica, de alta seguridad y a un costo de 50 pesos.

Contactado por Vértigo cuenta cómo al interior de un grupo de trabajo formado por Andrea Zúñiga, estudiante de Ingeniería Industrial; Paulina Ramírez, estudiante de Diseño, y César Velarde y Oliver Mederos, estudiantes de Ingeniería Mecánica, se pensó en un dispositivo para mitigar el Covid-19, en particular el cubrebocas: “La mayoría de los productos comercializados informalmente no tienen el grado de seguridad requerido. Los N95 no están disponibles, son producidos en el extranjero, si los hay tienen un costo muy alto y además una duración corta”.

El colectivo de creadores del ITESO consideró el diseño de un cubrebocas de alta calidad a bajo costo en consideración “a los grupos vulnerables afectados por la pandemia de coronavirus, a las personas que no pueden quedarse en casa, las que están obligadas a salir a la calle y estar en un espacio específico para ganarse el sustento”.

Proteger y ver sonrisas

En este sentido se reparó en el diseño de un cubrebocas incluyente y una de las primeras definiciones del proyecto fue utilizar material transparente, lo cual permite que se pueda ver la boca del usuario y facilitar que personas con discapacidad auditiva puedan leer los labios. Además de permitir ver las sonrisas, como asegura el profesor Huerta.

“En efecto, las personas con sordera no pueden leer los labios y se sienten aisladas. He recibido mensajes de hombres y mujeres con esta discapacidad agradecidos por pensar en ellos, porque a partir de la pandemia se sienten más solos”, explica.

Más allá de la distinción entre las mascarillas respiratorias diseñadas principalmente para proteger al usuario y los cubrebocas, que pueden considerarse que actúan más como dispositivos para desviar la respiración, la idea central de los especialistas de ITESO es un dispositivo diseñado para proteger al usuario de las partículas de aerosol suspendidas en el aire y evitar que las exhalaciones se alejen demasiado del usuario. O sea, protege a la persona del riesgo exterior y protege a los demás de un posible asintomático.

Otro rasgo distintivo de la mascarilla es que no tendrá válvula, como uno de los modelos de la N95, porque estos últimos no protegen a los demás: el objetivo es un modelo eficiente en blindar al que lo usa y a los que están en contacto con el usuario.

Hace unas semanas Huerta diseñó una careta médica antiCovid-19, la cual fue producida para salvaguardar a diez mil doctores. Hoy advierte: “El cubrebocas diáfano no se pensó para el ejercicio: está diseñado para proteger, para la reactivación económica, para tener acceso a una tecnología avanzada, pero no para una actividad fuerte o demandante en litros de oxígeno. Sin embargo nuestro cubrebocas guarece, filtra bien y permite el paso del aire igual que lo haría un N95 sin válvula”.

Añade que “estamos apostando no solo a que sea un N95 sino que incluso pueda ser N96 o N97, es decir, que pueda retener hasta 97% de las partículas aéreas. Esto es importante porque mientras más alto sea este índice disminuye más el riesgo de contagio”.

Huerta recuerda que en las ocho semanas de creación de la mascarilla se hizo un estudio de la ergonomía del rostro mexicano, sus medidas ideales, para determinar un diseño específico. Sin descartar el que haya tallas, porque dentro del promedio mexicano hay variaciones.

Asimismo explica que para la realización de este accesorio se ha explorado el uso de diversos materiales, ponderando que pueda ser reciclado. “La silicona de grado médico es como el campeón de los materiales, pero aún no hay claridad de su potencial para poder ser reutilizado. Pensamos también en PET, pero para una segunda etapa porque el reciclado es un material muy pesado”.

Hasta el momento la unidad de innovación de ITESO trabaja con dos patentes para que su fabricación no sea monopolizada. En particular los creadores de la mascarilla transparente buscan que los dispositivos los produzcan empresas que garanticen bajos costos.

“Se trata de un producto de bajo costo que se puede fabricar en México. Desde el ITESO es algo que podemos mejorar a nivel de diseño y algo que podemos fabricar a nivel de ingenierías”, mencionó Huerta, y puntualiza que también se consideran opciones para hacer más sustentables los procesos y materiales para la creación del cubrebocas.

El proyecto de la mascarilla también apuesta a la reactivación económica de la región. De esta manera talleres de termoformado, inyección de plásticos y pequeñas empresas de la industria textil se podrían sumar a la producción de este dispositivo.

Creador de una prótesis de brazo de bajo costo, Huerta argumenta que la posibilidad de producir el cubrebocas en México permitirá dejar de importar este insumo desde países como China o Estados Unidos.

Considera que el diseño es apto para evitar el contacto con la cara al momento de colocarlo o retirarlo, la cual es otra medida recomendada por la OMS en el contexto de la pandemia por Covid-19.

Finalmente del nuevo cubrebocas estima que “podría ser un producto mexicano de exportación, porque hemos recibido solicitudes de muchos países del primer mundo y Latinoamérica interesados en el dispositivo por su atractivo diseño, bajo costo y alta efectividad”.

RECUADRO

Inventor de las N95: a combatir el Covid-19

Científico de materiales e ingeniero, Peter Tsai inventó la mascarilla N95 hace casi 30 años. Y aunque ya estaba retirado regresó durante la pandemia del coronavirus para investigar cómo se pueden desinfectar estos tapabocas de manera segura y sin dañar el material.

Originario de Taiwán hoy estudia si exponer las mascarillas al calor puede servir para esterilizar los productos que vende la marca estadunidense 3M.

La historia de este hombre de 68 años raya en la fantasía: luego de graduarse en Ingeniería de Fibra Química en el Instituto Provincial de Tecnología de Taipei, viajó a Estados Unidos para inscribirse en un doctorado en la Universidad de Kansas State, donde tomó 500 créditos en clases de Matemáticas, Física y Química, el equivalente a seis doctorados.

Al terminar sus estudios Tsai se convirtió en investigador en la Universidad de Tennessee. Fue ahí, en 1992, donde lideró un equipo que desarrolló la tecnología de filtración electrostática utilizada en las mascarillas médicas N95.

Infatigable trabaja desde marzo con un colectivo de científicos, ingenieros y profesionales de la salud para descubrir métodos de descontaminación y publicar los resultados en línea. Y aunque sus amigos bromean que pudo ganar mucho dinero a partir de la emergencia, explicó que lo más importante son las vidas. “Si pudiera elegir preferiría salvar 100 millones de vidas que ganar 100 millones de dólares”, declaró.