NUEVO FÁRMACO CONTRA LA ENFERMEDAD DE CHAGAS

El apoyo de la industria farmacéutica a los proyectos de innovación es muy bajo.

J. Alberto Castro
Columnas
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El 14 de abril de 1909 Carlos Ribeiro Justiniano Chagas, médico e investigador brasileño, diagnosticó el primer caso humano de una enfermedad desconocida hasta ese momento. La paciente era una niña de dos años llamada Berenice, con síntomas de fiebre, anorexia y conjuntivitis.

Un año antes el científico descubrió el parásito presente en el intestino de un insecto conocido en Latinoamérica con diferentes nombres, tales como barbero o chinche besadora ya que pica a sus víctimas en la cara mientras duermen.

A la vuelta de un año en el Instituto Oswaldo Cruz en Río de Janeiro, al examinar las muestras de sangre de la pequeña, identificó el mismo protozoo flagelado como el patógeno causante de la infección que padecía la menor.

Chagas destacó en los anales de la medicina tropical por ser el único investigador que ha descrito una nueva enfermedad infecciosa en todos sus aspectos: el patógeno que la causa, el vector que la transmite (un triatomino hematófago), el ciclo vital del parásito y sus reservorios naturales, así como la enfermedad en sí misma.

Potencialmente mortal esta dolencia engendrada por el parásito protozoario Trypanosoma cruzi (T. cruzi) se identificó con su apellido, Chagas, aunque también fue llamada tripanosomiasis americana.

Por algún tiempo se creyó que la principal vía de transmisión de la infección era la picadura de la chinche triatomino. Pero en realidad la transmisión se produce por medio de las heces del insecto, el cual defeca en la piel de la víctima mientras se alimenta de su sangre.

La enfermedad de Chagas se vincula desde hace más de 100 años a la pobreza. Por ejemplo, hoy está presente en zonas endémicas y deprimidas de 21 países de América Latina. Además se calcula que en el mundo hay entre ocho y diez millones de personas infectadas de T. cruzi.

La infección también se puede adquirir mediante transfusión de sangre, transmisión congénita (de la madre infectada a su hijo) y órganos donados, aunque estos modos de transmisión son menos frecuentes.

Ante la falta de una vacuna o tratamientos suficientemente efectivos un equipo de científicos de los institutos de Investigaciones Biomédicas (IIBm) y de Ciencias Físicas (ICF) de la UNAM desarrollaron un medicamento para combatir la enfermedad de Chagas con resultados efectivos en ensayos in vitro. El fármaco A21 obtenido por el doctor Iván Ortega Blake produce la destrucción del parásito. Y a pesar de contar con la patente el proyecto aún no llega al sector farmacéutico.

Contactado por Vértigo Ortega relata cómo fue posible crear el derivado a partir del cual se podría escalar la producción masiva de un nuevo y eficaz medicamento contra un padecimiento que en la fase crónica provoca trastornos cardiacos y alteraciones digestivas (agrandamiento del esófago o del colon), neurológicas o mixtos. Incluso con el paso de los años la infección puede causar muerte súbita o insuficiencia cardiaca por la destrucción progresiva del músculo cardiaco.

Salvar vidas

Doctorado en Biofísica por la Universidad de Edimburgo explica: “A lo largo de muchos años he estudiado los polienos. Se trata de un compuesto bioactivo cuya actividad antimicótica, antitumoral y antibiótica despierta el interés de la investigación. Me apasiona entender su mecanismo de acción, lo cual me llevó finalmente a un derivado potente y no tóxico que puede usarse terapéuticamente contra protozoarios como el que produce el mal de Chagas. En pruebas de laboratorio con ratones hemos confirmado cómo el medicamento A21 produce poros en las capas de lípidos presentes en el parásito, destruyéndolo”.

El especialista subraya que a lo largo de la investigación ha mantenido una estrecha colaboración para el desarrollo del A21 con la doctora Bertha Josefina Espinoza Gutiérrez, del IIBm, “ya que ella es una de las científicas conocedoras a profundidad de la enfermedad de Chagas. Creó recientemente una prueba de diagnóstico sensible y específica para detectar anticuerpos contra el parásito”.

Gracias a ello Espinoza Gutiérrez y su equipo en el IIBm realizan diagnósticos gratuitos y reciben muestras de todo el país. También efectuó el estudio de “Chagas familiar” entre donadores de sangre del Centro Médico Nacional La Raza, quienes acudieron al IIBm a confirmar su diagnóstico. “Se encontró que hay una correlación significativa con gente nacida en Veracruz, o cuya madre es de esa entidad”.

El físico expone cómo se combate actualmente la enfermedad de Chagas, primordialmente con dos fármacos desarrollados en los cincuenta, Benznidazol y Nifurtimox, cuyos resultados son efectivos. Sin embargo casi siempre se aplican dosis altas, por más de un mes, y muchas veces producen efectos secundarios para los pacientes, quienes abandonan el tratamiento. Además su efectividad es alta solo en la fase aguda.

En opinión de los científicos universitarios Ortega y Espinoza —tras confirmarlo en investigación básica y pruebas de laboratorio— la combinación del derivado A21 con el medicamento Benznidazol funciona a la perfección para el mal de Chagas.

Con estudios de posgrado en universidades como Oxford y Toulouse, desde 1982 Ortega se trasladó a Cuernavaca, a lo que ahora es el Instituto de Ciencias Físicas de la UNAM, donde actualmente labora. Hoy considera que el medicamento A21 solo fue posible con un impecable trabajo interdisciplinario.

El también exdirector del Instituto de Ciencias Físicas de la UNAM plantea que en México no hemos tenido la infraestructura para el desarrollo de una sola molécula nueva como fármaco. “No es solamente una cuestión de dinero: simplemente el apoyo de la industria farmacéutica a los proyectos de innovación es muy bajo”.

En cifras

Se calcula que en el mundo hay entre seis y siete millones de personas infectadas por el Trypanosoma cruzi, el parásito causante de la enfermedad de Chagas, la mayoría de ellas en América Latina.

Otros 60 millones podrían estar en riesgo.

Aunque se descubrió en 1909 no hay todavía vacuna contra la enfermedad de Chagas.

Hasta 30% de los enfermos crónicos presenta alteraciones cardiacas y hasta 10% padece alteraciones digestivas, neurológicas o combinadas, que pueden requerir un tratamiento específico.

Se calcula que el costo de atender médicamente a pacientes con daños cardiacos, digestivos, neurológicos o mixtos crónicos de la enfermedad es más de 80% superior al costo de fumigar con insecticida residual para controlar los vectores y prevenir la infección.

En 15 de 62 casos estudiados la enfermedad es “familiar”; es decir, otros integrantes de la familia también son seropositivos (portadores del parásito Trypanosoma cruzi).

La enfermedad de Chagas permanece en Argentina, Belice, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guayana Francesa, Guatemala, Guyana, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela.