Confianza y legitimidad

Confianza y legitimidad
Foto: NTX
Javier Oliva Posada
Columnas
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Uno de los principales valores que permiten que cualquier relación y organización funcionen con oportunidad y precisión es la confianza. Ya sea en una pareja, entre familias, vecinos o bien en los contactos cotidianos en las oficinas, negocios, escuelas y cualquier concentración humana, hacer frente a los problemas y construir proyectos de desarrollo solo es posible si la fluidez de los vínculos se encuentra sustentada en la confianza.

Hay muchos teóricos y filósofos que han investigado en torno de este valor. De forma destacada, Niklas Luhmann señala que la confianza se traduce en certeza en el futuro, en lo que puedo esperar del devenir y lo que no puede suceder.

Así, confianza y seguridad en el futuro van de la mano a partir de la forma en que se abordan los retos del presente.

En resumen, la confianza en las instituciones es igual a la legitimidad cotidiana de la autoridad: cuando una institución logra y mantiene elevados niveles de confianza por prolongados periodos demuestra que su accionar, además de generar certeza a la población objetivo, cumple con las misiones para las cuales fue creada.

Muy pocas instituciones contemporáneas en México y en el mundo pueden demostrar que han logrado sostener niveles satisfactorios de aceptación que superen la coyuntura y se traduzcan en amplio reconocimiento. En ese nivel se encuentran las Fuerzas Armadas de México, y en particular el Ejército Mexicano.

Por su despliegue, presencia y versatilidad las instituciones del Estado mexicano están sometidas a la natural presión de las dinámicas del sistema social y del contexto internacional. En esos ámbitos hay las que destacan y las que no. Dos encuestas recientemente publicadas señalan que el reconocimiento y aceptación de las labores de las Fuerzas Armadas, sobre todo al Ejército Mexicano, destaca porque 70% le ubica como institución pública confiable en el primer lugar y en el segundo con la inclusión de otras organizaciones.

Incluso ante acontecimientos tan graves como los de Tlatlaya y Ayotzinapa-Iguala, las poblaciones afectadas han reconocido a los elementos militares por su trabajo y profesionalismo.

Por otra parte, el integrante del grupo de expertos independientes de la CIDH Francisco Cox reconoce que los soldados no tuvieron nada que ver con los hechos del 26 de septiembre de 2014.

Tareas

BGC y asociados y Consulta Mitofsky, sólidas y acreditadas firmas de encuestas y sondeos de opinión, con metodología propia llegan a la misma conclusión: las Fuerzas Armadas y el Ejército Mexicano cuentan con un muy importante respaldo y reconocimiento a sus servicios de apoyo a la población, sobre todo en lo que hace a la contención y sometimiento al crimen organizado.

Y este es un asunto crítico y de primer orden para la recuperación de la paz pública y la plena vigencia del Estado de Derecho.

Me refiero a las responsabilidades que tiene la sociedad y la autoridad, en general, para procurar que dicha aceptación se mantenga y amplíe. Sobre todo ante la inexplicable continuidad en la aplicación de medidas para la creación de policías locales eficientes, para que solo entonces las Fuerzas Armadas hagan y se concentren en lo que les corresponde como tales.

Desde luego que seguirán cumpliendo con las misiones y órdenes dadas por el presidente de la República y comandante supremo de las Fuerzas Armadas. Pero la confianza en sus acciones puede convertirse con el paso de los años en su principal problema: que sigan en tareas de seguridad pública, pues lo hacen muy bien. ¿Y qué pasa con los que no hacen su trabajo?

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