La cuestión del acceso seguro a los energéticos, sea electricidad o hidrocarburos, principalmente, ha merecido una serie de decisiones en los foros y organizaciones, gobiernos y parlamentos, de todos aquellos países que tienen aspiraciones para mantener ciertos márgenes de independencia, libertad y soberanía. Desde luego que México, de forma protagónica, forma parte de esa tendencia.
Expresé: acceso; no producción, ni exploración o comercialización. Para países como China o Japón, importadores netos del petróleo y sus derivados, la cuestión es un poco más complicada, ya que depende de volátiles acuerdos comerciales.
Ya en este mes de agosto se prevé que para 2014 el gigante continental asiático se convierta en principal consumidor de combustibles derivados del petróleo en todo el mundo, desbancando a Estados Unidos.
En noviembre de 2010, la Organización del Tratado del Atlántico Norte señaló en su reforma a la agenda de seguridad internacional que el acceso (de nuevo este término) seguro al suministro de energéticos es una condición indispensable para garantizar el desarrollo de la economía mundial y, por supuesto, de los países que integran a la OTAN, incluyendo al mismo EU.
La visión que implica el concepto de acceso seguro no es otra cosa que la preocupación para poder disponer de la cantidad y calidad suficiente de combustible para que la dinámica económica de los países no se detenga.
Mercados
Para México, con una empresa (Pemex) que, dependiendo de las fuentes consultadas, se ubica entre las cinco o diez más rentables e importantes en el mercado mundial de los hidrocarburos, por supuesto que cualquier afectación en su funcionamiento, positiva o negativa, influye en la marcha y estabilidad de los precios.
Pero además de eso, por su carácter de empresa pública, nos encontramos ante un valor de identidad histórica nacional, a lo que se le agrega el papel de ser la principal fuente para la generación de recursos en el financiamiento de los programas sociales. Todo esto tiene que ver directamente con la seguridad nacional.
Está de más señalarlo, pero debe recordarse que entre los principales aspectos que generaron indirectamente las guerras en Irak y Afganistán estuvo —y está— el control de los enormes campos petrolíferos y gasíferos, sobre todo del primero de ambos países. Ahora mismo, ante la creciente inestabilidad política y social en Egipto, los principales aliados del gobierno local —como son Israel, la Unión Europea y Estados Unidos— han mantenido la cautela ante el potencial fortalecimiento del terrorismo de inspiración islámica, así como por los efectos negativos que una precipitación en la violencia pudiera tener sobre la producción petrolera de ese país.
No es una exageración señalar que uno de los mercados más importantes de la economía y geopolítica mundiales es el de los hidrocarburos.
Las disputas que van de los yacimientos en el Polo Norte al descongelamiento de Siberia, sin dejar de lado las exploraciones en altamar en Brasil o el Mar del Norte, sin lugar a dudas indican que todavía pasarán algunas décadas para que el petróleo y sus derivados dejen de ser el actor principal en la activación de los sistemas productivos en el planeta.
México y sus gobiernos deben considerar que más allá de la relevancia que tiene la (necesaria) reestructuración de la empresa Petróleos Mexicanos como tal, hay que calcular también los efectos que sobre la viabilidad del Estado y la nación pueden tener ajustes legales, administrativos, financieros y políticos en la materia. Temas, por cierto, contenidos en la vigente Ley de Seguridad Nacional.