Sin distingo de la posición que se tenga sobre si debe o no dar tratamiento legal al consumo de dicho estupefaciente, lo sucedido en California, Maine y Massachusetts —expresado mediante referendos el pasado 8 de noviembre— motivará más temprano que tarde una discusión no solo en ese sentido sino también respecto de las políticas georregionales de combate a la producción, distribución, venta y consumo de estupefacientes ilícitos.
De allí que deba observarse cómo quedó el panorama “democrático” respecto de la tolerancia al consumo medicinal y recreativo de esa planta.
Recordemos que desde junio de 2015, en Estados Unidos cinco entidades permiten ya el consumo recreativo de la marihuana. Se trata de Washington, Alaska, Colorado, Oregon y ni más ni menos que la capital del país: Washington DC.
Por otra parte, hasta antes del pasado 8 de noviembre había 25 estados con consumo medicinal de la planta, a los que ahora se han sumado, luego de los respectivos referendos, Florida y Dakota del Norte, por lo que de los 50 estados que integran ese país ya son 27 los que se encuentran en esa condición de tolerancia.
De acuerdo con la legislación federal norteamericana, al ser la mayoría simple de las entidades podría iniciarse un proceso jurídico al respecto y establecer medidas aplicables en todo el territorio nacional.
Por otra parte, de acuerdo con datos del Departamento de Salud existen alrededor de 23 millones de consumidores habituales (semanales) de marihuana. Es decir, casi 10% de la población.
Ahora bien, en cuanto al total de los habitantes de Estados Unidos, 20% —que resulta de la suma de la población de los ocho estados que han aprobado el consumo recreativo— estarán en posibilidades de fumar la planta con las mismas restricciones que las de los fumadores de tabaco.
Por ello en Estados Unidos, una vez conocidos los resultados del 8 de noviembre, se ha abierto un intenso debate a propósito de los efectos que tendrá, al menos en casi la totalidad de la región oeste del país.
Opciones
Con estas variables objetivas de análisis, en naciones como México y Colombia, que han padecido una larga etapa de violencia y destrucción como resultado de las actividades del tráfico ilícito de enervantes, implicará un cambio sustancial en las reglas de ese mercado.
Para empezar, si bien la marihuana no es el motor económico del consumo, sí en cambio es la más popular en el mundo, llegando a concentrar hasta 80% de la demanda en el mercado mundial.
En este sentido, la marihuana que ya no se exportará a EU propiciará que las bandas criminales tengan dos principales opciones. La primera, tratar de colocar su mercancía ilegal con los consumidores, lo que a su vez puede incrementar las violentas y mortales disputas por el control de la venta al menudeo.
La segunda —y de la cual ya hay fuertes evidencias— es la mudanza de la producción de marihuana a la de derivados del opio. Por ejemplo, el caso de los grupos delictivos en Guerrero, así como el incremento de 71% de los plantíos erradicados de amapola por personal de la Secretaría de la Defensa Nacional en varias partes del país durante 2016, comprueba esa peligrosa tendencia.
Este notable incremento es auspiciado, una vez más, por lo que en EU —y el mismo presidente Barack Obama— denominan como “la epidemia de la heroína”. Algo importante y bien estructurado deberemos hacer en México para enfrentar ese inevitable futuro.