EFECTOS GEOPOLÍTICOS DE LA EPIDEMIA

La pregunta es si aún hay tiempo de articular una respuesta y tomar medidas compartidas.

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Cada gobierno, sociedad, redes de medios de comunicación, asociaciones, centros de estudios especializados, universidades, estructuras religiosas, organismos multilaterales y una larga lista de voces de personalidades se suman día con día para diagnosticar, vaticinar, sugerir y, por supuesto, polemizar respecto de qué haremos, cómo haremos y qué pasaremos durante y luego de al menos controlar la epidemia en el mundo.

Lo cierto es que la multitud de información y voces nos dejan, a diferencia de quienes creen que esto es negativo, una importante serie de reflexiones a propósito de la manera de procesar las alteradas condiciones de vida de hoy en adelante.

Sin duda queda claro que la epidemia, como otros asuntos y variables de la agenda de seguridad internacional, de ninguna manera puede ser enfrentada y menos controlada a partir de voluntades, buenos deseos e intenciones individualistas. La cooperación georregional es el recurso con que cuentan las sociedades y sus gobiernos para que desde una perspectiva seria se logre contener la expansión y permanencia del virus.

Veamos el caso dramático de Estados Unidos, donde algunas áreas ya se declararon como “zonas fuera de control”. O el de Brasil, que capitaliza el triste primer lugar latinoamericano en contagios y defunciones.

Ánimos

Sin embargo, por ejemplo, en otras regiones de Sudamérica la respuesta de los presidentes y sus burocracias ha sido “cerrar las fronteras”. Y así entrecomillada la frase ya que ello es imposible, no hay forma de lograrlo; como tampoco puede ser el caso de la frontera de México con Estados Unidos.

A su vez, amparada por la experiencia en la formación de un gobierno y estructura multinacional, la Unión Europea en días recientes alcanzó lo que los mismos gobernantes y especialistas llamaron un “acuerdo histórico” para encontrar formas eficientes para hacer frente a las siguientes crisis: la económica, el desempleo y la baja en los recursos fiscales disponibles por los mismos gobiernos.

Un sonado fracaso ha sido la visión insular con la que el gobierno británico de Boris Johnson trata de contener los efectos de la epidemia. En estos días se dio a conocer que la emigración de británicos a la Unión Europea creció en el último año la formidable cifra de 30% como consecuencia no de la epidemia sino de la inminente aplicación de la salida de Reino Unido de la UE (Brexit). Así que doble proceso de aislamiento: la manera de tratar la epidemia, junto con la ruptura histórica de proyecto europeísta. Y los resultados: primer lugar en ese continente en muertos y contagios.

Otro caso grave de mal manejo y de visiones aislacionistas para procesar la epidemia es el de Sudáfrica, también el país más afectado de su continente.

Y así podríamos hacer una lamentable larga lista de la forma unilateral con que los países intentan (y fracasan a todas luces) salir lo mejor librados de los incontrolables efectos del virus. La pregunta es si aún hay tiempo de articular una respuesta y tomar medidas compartidas entre los gobiernos y sus líderes. La respuesta es sí. Pero depende, por supuesto, de la voluntad para acercar posiciones y compartir información científica y económica.

La prueba de que no vamos por buen camino es la “carrera” por lograr la vacuna. El principal ánimo es el de producir (vender) y adquirir millones de dosis, las que tardarán meses o años en distribuirse y aplicarse. En esa perspectiva es donde dudo de las afirmaciones respecto de que la epidemia “nos cambió”.

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