Procesos políticos y sociales

Los comicios en España merecen nuestra atención por su innegable influencia en la región latinoamericana.

Elecciones en España
Foto: AP
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En la democracia los cambios se dan de forma gradual, a veces lenta, pero irreversible. Y aunque hay actores y acciones que pretenden contener e incluso restaurar el orden ya superado, también hay líderes, organizaciones de nuevo tipo, pero sobre todo ciudadanos que toman conciencia de que ha llegado el momento de realizar un ajuste de fondo dentro de las condiciones que ofrece la ley y las instituciones. Para eso sirven las elecciones.

Lo sucedido el pasado domingo 20 en España es un vívido ejemplo del párrafo anterior.

Luego del natural desgaste que padecen los partidos políticos españoles en el ejercicio del poder, aunado a los abusos y corrupción de algunos de sus líderes y representantes, la sociedad genera condiciones para rebelarse en un sentido constructivo, desde luego polémico, pero al fin innovador.

Las compuertas del cambio se abren gradualmente para que los liderazgos de nuevo tipo conduzcan las inquietudes de otras generaciones que recién se incorporan a la dirección del país.

Por su parte los partidos políticos tradicionales y sus hábitos tratan de adaptarse, puesto que el riesgo de ser hechos a un lado es real. Incluso, sin exagerar, pueden desaparecer, tal y como le ha sucedido a otras organizaciones que de forma inexplicable o insensible se resistieron a incorporarse a los nuevos tiempos y prácticas de la sociedad y del electorado.

No se trata, desde luego, de innovación o experimentación para perder identidades sino justamente al contrario: el objetivo es ampliar el escenario de participación contando con la incorporación de nuevas ideas y propuestas.

Clave

Los comicios en España merecen nuestra atención por ello y por su innegable influencia en la región latinoamericana. No para trasladar la experiencia de manera superficial a México, como ya lo han hecho varios comentaristas, sino para valorar lo que sucede con los procesos políticos y sociales en la democracia del siglo XXI.

Tanto el Partido Popular (PP) como el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) padecieron severos retrocesos en sus marcas históricas y con referencia a las anteriores elecciones generales de 2011. Al momento de redactar esta colaboración, los ejercicios político e ideológicos, sumados a los aritméticos, pueblan las páginas de los diarios de ese país y de varias partes del mundo para saber cómo, quién y con quiénes habrá de gobernar.

El objetivo es, desde luego, evitar que se tengan que repetir los comicios ante la imposibilidad de formar una alianza estable que le permita a nuevo o reelecto jefe de gobierno iniciar sus funciones.

Pero el hecho es claro: el partido gobernante, el PP, logró 28.7%; una segunda fuerza electoral de nuevo cuño, Podemos, aunque por acceso al número de escaños, quedó apenas detrás del PSOE, con 20.6 y 22%, respectivamente. Y el debutante Ciudadanos obtuvo con 13.9%, resultados que en esencia dan paso al epílogo del bipartidismo en España, que perduró desde 1977.

Las inconsistentes quejas de que es un escenario complejo no consideran que la realidad en sí misma también lo es: no se puede seguir viviendo en el siglo XX en las condiciones del XXI.

Mientras tanto, observemos lo que sucede en México: los partidos políticos tradicionales y algunos de sus representantes, cerrados al cambio, terminarán rebasados. Es cuestión de tiempo, pero también de determinación de la ciudadanía. Allí está la clave: nuevos actores, nuevas conductas, nuevas prácticas con nueva legitimidad.

Por cierto, quienes más votaron en términos proporcionales por las debutantes opciones políticas en España fueron los adultos mayores.

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