Este tipo de reuniones, llamadas de manera pomposa “cumbres”, tienen por finalidad tratar de buscar encuentros bilaterales casi informales, así como realizar encuentros entre dos o más dirigentes políticos cuyas agendas les impiden realizarlas en el corto plazo: cafés, cenas, comidas y juntas rodean a las sesiones plenarias, donde se ventilan las posturas sobre el tema principal de dichos encuentros.
En el caso del Grupo de los 20 (G-20) se reúnen las principales y más dinámicas economías del mundo. Incluye una representación de la Unión Europea y del grupo de países de Sudamérica, por lo que en realidad son 18 países los que concurren de forma directa y permanente.
Entre ellos, está México. Ahora es el presidente Enrique Peña Nieto quien entrega la presidencia del G-20, misma que le fue entregada hace un año a Felipe Calderón.
En esta ocasión se realiza en San Petersburgo, para que sea Vladimir Putin quien tome la estafeta y desempeñe el cargo de presidente.
El tema, desde ahora se sabe, será —aunque no forme parte en sentido estricto de los temas económicos y comerciales— la situación en Siria, así como la postura que han adoptado el gobierno de Barack Obama, la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN), Rusia y China respecto de la opción militar para contener a la tiranía de Bashar al-Assad, sobre todo después de haber utilizado gas sarín contra la población civil, causando casi 400 muertos en los suburbios de Damasco a fines de agosto.
La opción más viable para castigar ese crimen es la del bombardeo mediante misiles teledirigidos con la utilización de satélites de uso militar.
Barbarie
Es sabido, por los servicios de espionaje occidentales y por la información recogida en los medios del mercado de armas, que Siria cuenta con importantes recursos tecnológicos para la defensa antiaérea. Sobre todo porque ha debido desarrollar ciertas capacidades ante los ataques que la Fuerza Aérea israelí ha hecho sobre instalaciones estratégicas en años pasados.
Por otra parte, el presidente Obama no ha contado más que con el respaldo solidario y declarativo del secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, quien ha dejado en claro que de ninguna forma la organización participará directamente en la posible incursión bélica a Siria, salvo que Turquía, parte integrante de la misma alianza, fuera atacada por las Fuerzas Armadas de Siria a gran escala.
Rusia ha expresado que no hay ninguna prueba consistente sobre la utilización del gas sarín por parte del tirano sirio.
Lo grave y trágico de la situación es que se sigue discutiendo si hubo o no esa acción, mientras ya van seis millones de desplazados por la guerra, más de 150 mil muertos y no hay a la vista ninguna opción realista para detener la barbarie.
Los intereses encontrados, como suele suceder, van rodeados de catástrofes humanitarias que apenas son abordadas en los suntuosos corredores de las sedes de esta reunión y otras más.
Mientas tanto el dolor, la muerte, la destrucción y la cancelación del futuro para miles y miles de personas se acumulan diariamente.
La Guerra Fría, pero bajo otros preceptos, sigue con nosotros: como apunté en la anterior entrega, sólo han cambiado los nombres, pero la colisión de intereses en determinadas zonas y regiones del mundo sigue siendo la misma.
De allí que nos debamos preguntar si no también las opciones son las mismas: la destrucción recíproca, la angustia del arma nuclear y, por fin, la devastación en alguna muy amplia parte del planeta. Mientras tanto, a organizar la siguiente “cumbre”.