Erwin Robertson, director de la revista chilena Ciudad de los Césares; historiador; catedrático universitario; helenista; experto en geopolítica; organizador del Encuentro de la América Románica de Política y Cultura Alternativas en la capital de Chile, programado para septiembre próximo, habla con Vértigo respecto del evento en puerta.
—Dada su trayectoria en la política cultural chilena, ¿cómo define los 25 años de la revista Ciudad de los Césares, en cuanto que se plantea como alternativa al establecimiento cultural y político?
—¡Son 25 años! Tanto tiempo dejado atrás es una proeza para una revista independiente, sin medios y muy políticamente incorrecta, ¿no? Sin duda fue para nosotros una aventura y una apuesta. La apuesta de dar forma a un pensamiento alternativo a las formas culturales de la Modernidad senescente. En esos (próximamente) 100 números está toda una visión del mundo, rica y variada, encarnada en pensadores y poetas que van de Julius Evola y Alain de Benoist al argentino Carlos Disandro y al chileno Miguel Serrano. También, una propuesta de acción política que podemos resumir en la expresión Frente de los Pueblos contra la Global-Invasión. Y específicamente en la llamada a la América Románica, como la hemos llamado, la América de las Patrias, que debe reencontrar su destino en la Segunda Guerra de la Independencia.
—¿Qué propósito tiene la organización del Encuentro de la América Románica de Política y Cultura Alternativas para efectuarse en Santiago de Chile?
—Un primer propósito específico, interno diría, es la celebración y solemnización de los 25 años y 100 números de la revista. Esos hitos no son de todos los días. Pero también un propósito más general es la posibilidad de reunirnos no solo con nuestro público en Chile sino también con nuestros amigos y colaboradores de toda la América Románica, con pensadores y hombres de estudio o de acción independientes de los centros del poder global, de Europa misma, incluso. Nuevos consensos, nuevas formulaciones pueden salir de aquí. Estos encuentros pueden ser modestos, si se miden con los términos de los carnavales mediáticos; pero, ya se sabe, con pasos de paloma avanzan los pensamientos que mueven al mundo.
—¿Se puede hablar de un referente iberoamericano de una nueva cultura política o de una revolución cultural a la manera de Gramsci?
—No diría tanto. Tenemos y hemos tenido pensadores americanos originales, como el mencionado Carlos Disandro; escritores como Miguel Serrano en Chile, o como usted mismo, en México. Pero, ¿un referente iberoamericano…? Sí, nuestra América ha dado nombres célebres a la literatura o al arte universales, pero no es simplemente de “nombres célebres” de que estamos hablando, ¿verdad? El futuro dirá si aquí se genera una nueva cultura (no solamente política); o si ha habido una “revolución cultural”, sea a la manera de Gramsci o a la de la nouvelle droite (la “Nueva Derecha” francesa, que no tiene que ver con lo que en nuestros países se llama “derecha”). En eso estamos. O tenemos que estar.
Evolución
—Cambiando de tema, ¿cuáles han sido las prioridades estratégicas de Chile en el Cono Sur?, y, complementariamente, ¿se han mantenido como políticas de Estado u obedecido a los cambios de régimen, especialmente de la dictadura a la democracia?
—Se puede decir que la política internacional a lo largo del siglo XX ha tenido como ideal una especie de “espléndido aislamiento”, a la manera inglesa, claro que sin la flota de guerra británica, lo que hace no poca diferencia. Quiere decir esto que Chile trató de mantener su independencia, moviéndose entre las potencias sin comprometerse demasiado con ninguna, en tanto el mundo fue multipolar, y sin asociarse a ningún bloque, ni siquiera a la región latinoamericana. A partir de la Segunda Guerra Mundial tuvo que alinearse con EU, integrando las estructuras “panamericanas”, la OEA y el TIAR, pero manteniendo en lo posible una digna política propia. En el trienio de la Unidad Popular las relaciones con EU no fueron de mucha simpatía recíproca, ¡pero en cambio se tuvo excelentes relaciones con la España franquista! El gobierno de Pinochet significó un realineamiento con Estados Unidos, pero unilateral, porque Washington no pagó con la misma moneda, estableciendo el embargo de armas. Se mantuvieron las relaciones con China y Rumania, entre los países socialistas, pero nos distanciamos del Tercer Mundo. El abandono del Pacto Andino puede verse como continuidad de esa política, con el agregado del libre comercio. La democracia de la Concertación amplió sin duda el horizonte, pero sin innovar nada fundamental. Así, Chile se unió al Mercosur, pero sin comprometerse demasiado con él. Ciertamente, la política internacional se identificó con EU en mayor grado de lo que había sido antes. Por su parte, el gobierno de Piñera ha apostado en parte a la continuidad, manteniendo las buenas relaciones con Cuba y con Venezuela, y ha reiterado el apoyo a Argentina en la causa de Las Malvinas. Todo esto, hay que considerarlo, en medio de muchas ambigüedades.
—¿Cuáles son los puntos a su parecer más vulnerables en cuanto los intereses latinoamericanos en la Antártida?
—El punto más vulnerable es que la globalización de la Antártida ha avanzado demasiado, en tanto que Chile y Argentina tienen una débil presencia militar y científica en el continente polar —creo que son los únicos países latinoamericanos en tenerla; tal vez, también Perú. Sin embargo, son los países no solo territorialmente más próximos a la Antártida, sino que han tenido en ella una presencia de casi un siglo y, sobre todo, se reconocen recíprocamente sus respectivos derechos territoriales, en la parte en que no se sobreponen. Pero falta la conciencia de que aquí, como en otras materias, la defensa eficaz de los derechos antárticos solo es posible en forma conjunta por toda América Latina.
—¿Existe una toma de posición geoestratégica respecto del espectro latinoamericano que incluya a Brasil y a México?
—Diría que una visión geoestratégica tan amplia no existe. En alguna medida se dio tal vez, en el caso chileno, en el gobierno de Frei Montalva (1964-1970). En forma parcial, hay precedentes: el ABC propuesto por Perón, es decir, la unión de Argentina, Brasil y Chile, a la que se agregaban Bolivia y Paraguay; la Declaración de Santiago (1952), que unió a Ecuador, Perú y Chile en la defensa de la zona marítima de 200 millas. ¡Quizá por primera vez, ahora, la Alianza del Pacífico une a Chile y México en una organización común! Pero habrá que ver su consistencia y perduración.
Simpatía
—A su parecer, ¿el Cono Sur tiene ya una vertebración política y económica o no pasa en los hechos de una aspiración enunciativa?
—Bien, una vertebración política importante es el Unasur, la unión de defensa de los países del Cono Sur. Por primera vez esta materia se mira en común, allí donde lo habitual ha sido la hipótesis de conflicto con los vecinos. Seguramente falta todavía para que llegue a ser lo que postulaba Hugo Chávez, una alianza militar, incluso con fuentes de armamento propias, etcétera.
—¿Cómo se observa a México desde Chile? Dada su relación histórica, en particular, ¿cuál es el significado —en su perspectiva— que ha tenido el exilio chileno a México, resultado del golpe militar contra el gobierno del doctor Allende?
—Por cierto, México siempre ha sido visto con simpatía desde Chile. Ello se debe, en parte, a la obra de Gabriela Mistral, y también al cine mexicano de los cincuenta y sesenta. ¡Diría que el extraordinario Cantinflas fue el mejor embajador de México, y seguramente no solo en Chile! Es evidente, México fue un importante lugar de acogida para el exilio chileno de los setenta y ochenta, fue una oleada de hombres preparados que se han incorporado a la sociedad mexicana. En cambio, de Alemania Oriental llegó Bachelet, quien se perfila para un segundo periodo presidencial…