Comienzo y no fin de la discusión

Falló la estrategia de seguridad pública. Eso es obvio. El tema es si faltó o sobró.

Ilustracio?n
L. Barradas
Columnas
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En materia de seguridad pública hubo un cambio de estrategia político-administrativa en el sexenio de Enrique Peña respecto del gobierno de Felipe Calderón. Las cifras de delincuencia en muchos de sus índices más notorios no han disminuido. El responsable directo, el secretario de Gobernación, presentó ya su renuncia y lo fácil ahora es el juicio unánime de que la estrategia fracasó. Es cierto. Porque nadie —nadie— tiene la verdad absoluta sobre el tema ni la fórmula mágica para resolver de manera duradera el mal de la violencia y la inseguridad pública en México.

Falló el esquema. Eso está claro, pero las respuestas y las interrogantes que eso motiva no pueden ni deben ser sencillas, como decir que hay que regresar al modelo anterior de la época de Vicente Fox o que se le otorgará alguna modalidad de perdón y olvido a los responsables directos de la matanza de los últimos once o doce años.

¿Falló el esquema por exceso o por insuficiencia? Todos los críticos de la gestión de Osorio apuntan a que el error estratégico fue concentrar las funciones de seguridad pública en la Secretaría de Gobernación. Algunos, pocos, podrían argumentar que no fue la concentración de esas funciones sino la falta de instrumentos adicionales para hacer efectiva esa concentración.

Genaro García Luna, el ex secretario de Segu- ridad Pública de Calderón y coautor de la estrategia de Fox contra la delincuencia, se dedica a filtrar que el problema fue la desaparición de la secretaría que él encabezó, que por cierto dejó un saldo de 126 mil muertos en un sexenio: una cifra que no es para presumir ni para andar haciendo filtraciones.

Existía y existe un problema serio de coordinación entre los diferentes órdenes de gobierno que atañen a problemas de fondo de la mismísima concepción federal del Estado mexicano. De ahí surge de nuevo la pregunta: ¿fue un exceso o fue insuficiente?

Desprendimiento

Miguel Ángel Osorio se fue porque era disfuncional a una concepción de partido y de país a la que tienen quienes lo derrotaron en la contienda interna. Y la lógica es la renuncia. Y si a eso se añade la inconformidad general ante el problema de seguridad pública, nadie pondría en cuestión la oportunidad del cambio. Lo cual no quiere decir su conveniencia, porque se corre el riesgo de echar hacia atrás reformas impensables durante el calderonismo y Genaro García Luna, como la Ley de Seguridad Interior que vino a ser un elemento complementario y fundamental en la toma de decisiones del actual esquema de concentración de funciones de seguridad pública en la dependencia responsable de la política interior del país.

El tema no es tan sencillo y amerita, gane quien gane en julio próximo, una reflexión que sea efectivamente eso: una reflexión acompañada de análisis, lógica, parsimonia intelectual, renuncia a filias y fobias partidarias en la toma de decisiones y hacer a un lado presiones del círculo rojo que no por urgentes conduzcan a la precipitación, al inmediatismo y al agravamiento del estado de las cosas.

¿Existe en México un grupo político intelectualmente dotado de esa capacidad de desprendimiento del ánimo público para adoptar decisiones con racionalidad que dejen en claro que no hay soluciones en el corto plazo y que al mismo tiempo expliquen o intenten explicar que la construcción de un largo plazo distinto empieza hoy, aunque los resultados al alcance de la vista no sean electoralmente rentables? Aparentemente, eso no existe.

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