La coyuntura y lo efímero tienden a devorar la durabilidad y trascendencia de acciones gubernamentales cuyos efectos, sin estridencias ni ruidos mediáticos, configurarán el perfil económico y tal vez político de México por varias generaciones. Mientras una buena parte de la ciudadanía juega al CSI que todos llevamos dentro cavilando por el túnel por el que escapó el Chapo, el gobierno de México llevó a cabo públicamente la primera licitación de la Ronda Uno de hidrocarburos.
Sentimientos encontrados en las primeras horas de reacciones a sus resultados. Pero fue tan importante que hay que hacer los sentimientos a un lado. En el botepronto de los primeros anuncios para algunos fue un fracaso.
Las autoridades habían hecho públicas sus expectativas y confiaban en que de los 14 bloques puestos a licitación, el número de asignaciones llegara a cuatro, hasta seis, entre 30 y 40% del total a adjudicar.
Solo dos alcanzaron los requerimientos mínimos, los bloques 2 y 7, ganados en buena lid por el consorcio encabezado por Sierra Oil and Gas, con un monto de inversiones por dos mil 600 millones de dólares. Solo dos bloques, 14% del total. Los pesimistas de inicio confirmaron sus pronósticos: “Se los dije”.
Otros, a pesar de los resultados concretos, se mantuvieron firmes en su optimismo respecto de la reforma energética y llegaron a afirmar que México está de regreso en el mundo. Puede haber algo de cierto en ello. Pero de nueva cuenta es hora de reflexionar con frialdad y objetividad.
Riqueza
Varios de los potenciales agentes productivos interesados en la licitación expresaron en su momento algunas dudas. La extensión relativamente reducida de la mayoría de los bloques a concurso; la desigual cantidad y calidad de la información sísmica y geológica de los pozos a licitación; el monto para muchos excesivo de las garantías financieras y crediticias exigidas por el gobierno mexicano ante la perspectiva casi inmediata de la elevación del costo financiero del dinero; la flexibilización sobre la marcha de algunas condiciones contractuales que redujeron el margen de certeza; el hecho de que esta primera licitación haya sido solo para exploración, cuando las condiciones del mercado mundial petrolero hacen quizá más urgentes las oportunidades de extracción y de otras actividades conexas.
Podría decirse que hubo timidez por parte del gobierno y de los postores. Por parte del gobierno, en opinión de productores, las condiciones eran demasiado caras, con ligeras modificaciones a los mínimos establecidos por la Secretaría de Hacienda y la Comisión Nacional de Hidrocarburos los bloques asignados habrían sido seis y no dos.
Se advierte a todas luces el temor de la autoridad de una eventual acusación de malbaratar los recursos de la nación o de haber previsto con insuficiencia el costo financiero de daños colaterales como una afectación al medioambiente.
Por igual, el número de participantes, que con el paso del tiempo se redujo, además de reflejar una natural cautela ante la primera apertura se dio en el contexto de la inestabilidad continuada de los precios del petróleo, falta de flujo de efectivo para las empresas y el inminente regreso de Irán al mercado mundial con la consecuente y pronosticable baja mayor del precio del barril por exceso de oferta.
Todo se conjugó en esta primera licitación para un resultado modesto, sin recurrir a adjetivos extremos, bajo reglas de absoluta transparencia que dejaron satisfechos a todos, sin excepción, por unanimidad, en un país en el que el Estado de Derecho y la transparencia son motivos diarios de discusión.
El balance es positivo y quedan 900 bloques más por licitar, toda la riqueza de esta y de las próximas generaciones de mexicanos bajo un horizonte de prosperidad derivado de la apertura energética en marcha.