Recientemente se han producido diversos escándalos provenientes de fuentes periodísticas rusas, francesas y alemanas respecto de casos de espionaje de Estados Unidos a gobiernos en diferentes regiones del planeta, todos los cuales tienen relaciones diplomáticas normales con EU e intensos intercambios y mecanismos de cooperación que van desde comercio e inversión hasta operaciones militares conjuntas.
Todos los gobiernos implicados han reaccionado. Desde la extrañeza cautelosa de alemanes y franceses, hasta el disgusto y el enojo abiertos de Brasil.
México no podía ser la excepción, en dos sentidos: primero porque el gobierno mexicano es geopolíticamente estratégico para la mayor potencia del mundo, aunque la escena internacional sea hoy multipolar de poderes regionales; segundo porque el mexicano no podía haberse quedado al margen de las protestas de otros gobiernos que fueron objeto de prácticas análogas.
La cuestión no es si protestar o quedarse callados y asumir con fatalidad los acontecimientos: la cuestión es el grado de la protesta, sus consecuencias y el debido entendimiento del fenómeno.
Con medida
Actualmente la frontera entre el trabajo normal de inteligencia y acopio de información que debe realizar cualquier Estado moderno y el espionaje propiamente dicho tiene un límite difícil de discernir, así se trate de intercepción de comunicaciones privadas, llámese telefonía o informática.
Aparentemente, Estados Unidos —según la prensa de aquellos países europeos mencionados al principio— intervino conversaciones de presidentes mexicanos en funciones y electos.
Como siempre los mexicanos reaccionan a los medios extranjeros como si fueran los propietarios de la verdad, de una verdad dicha por medios mexicanos desde hace muchos años y que los políticos mexicanos desestiman.
Además, en los tiempos actuales ningún trabajo de inteligencia puede renunciar a la utilización de gadgets y otras herramientas tecnológicas cuya eficacia y alcance en la realidad superan a la ficción.
México es la cuarta relación bilateral más importante del mundo para Estados Unidos, después de Gran Bretaña, Canadá y Alemania. Sería absolutamente ingenuo pensar que la burocracia un poco ciega y adictiva al secreto de las agencias de seguridad de Estados Unidos renunciaran a la utilización de esas prácticas nada más porque México es un buen vecino y amigo de EU. Precisamente es lo contrario. Por eso espían a México y a los mexicanos: porque el país es de extraordinaria importancia para el vecino del norte.
Estaremos de acuerdo en que son medios ilícitos, pero en la escena contemporánea, inevitables. El propio gobierno mexicano, dentro del país, recurre cotidianamente a esas prácticas y nadie dice nada. Incluso, en años recientes ha habido operaciones en contra del crimen organizado cuyo desenlace sería imposible explicar de no haber sido por la utilización de medios ilícitos de violación de privacidad.
De manera que está bien: protestemos, aun cuando un funcionario de la embajada norteamericana en México puede obtener más información en alguna sobremesa con algún funcionario mexicano que utilizando medios de intercepción de conversaciones privadas. Que se proteste, pues. Nada con exceso, todo con medida.