Hora de la reforma política

La semana que comienza seguramente verá la discusión de la reforma política con cambios y modificaciones que no permiten demora ni prisa.

El Senado discutirá la reforma política
Foto: NTX
Juan Gabriel Valencia
Columnas
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Llegó el turno de la reforma política. Ya no hay excusa ni obstáculo en el calendario legislativo para que pongan sobre la mesa, las partes interesadas, el conjunto de temas que se encuentran en la agenda de los impulsores de una nueva reforma política. Posponerla implica retrasar a plazo indefinido la reforma en materia de energía, cuya discusión está condicionada a la aprobación de nuevas figuras en materia política.

Se dice que uno de los temas más controversiales y ásperos que habrán de discutirse es la introducción de la figura de la segunda vuelta electoral en elecciones de presidente de la República y de gobernadores de los estados.

Es una decisión que obliga a la reflexión y que no admite precipitaciones.

Supongamos que se llegue a la determinación de que si en una elección no se alcanza un cierto porcentaje de participación total por parte de los votantes y/o que el ganador de la primera vuelta no supera por X porcentaje de votación al segundo lugar se tiene que realizar una segunda vuelta en un plazo, por decir algo, aproximadamente de un mes después de la primera.

Se puede argumentar que una decisión semejante dota de mayor legitimidad al que resulte ganador. También se puede argumentar, en contrario, que el problema de los gobernantes en México no es de legitimidad sino de eficacia y efectividad. Solo el lópezobradorismo antepone la mucha o poca legitimidad de un gobernante por encima de otros atributos de posición y de comportamiento.

¿Cómo la segunda vuelta podría dotar de mayor eficacia y efectividad a un gobierno? Supóngase que en 2018 el país llega a la elección presidencial con el número actual de partidos políticos y se realizan simultáneamente las elecciones para el Congreso federal. Pasa la elección y como el ganador no consiguió las condiciones que la Constitución estableciera, se realiza segunda vuelta.

¿Qué pasa entonces con la elección del Congreso? Si se queda como resultó de la fecha de la primera vuelta, el candidato que gane la segunda vuelta podrá ser más legítimo, como muchos quieren, pero totalmente atado de manos frente a un Congreso en cuya composición se reflejan más los porcentajes de la primera que de la segunda. Para efectos prácticos será, según algunos, más legítimo pero en la parálisis.

Sería una barbaridad mandar a segunda vuelta también al Congreso, a menos que hubiera alianzas y compromisos explícitos entre los candidatos de la segunda vuelta y los diferentes partidos del espectro político de México.

Alternativa

Una opción más equilibrada que se podría pensar es que la elección presidencial en su primera vuelta se realice sin elección del Congreso, para que este sea electo en fecha posterior que coincidiera con la segunda vuelta electoral, si es que esta fuese necesaria, o que el Congreso se eligiera solo si hay un ganador desde la primera vuelta. En esta opción, no obstante, sin emitir un juicio de valor, se tendería de manera natural al bipartidismo legislativo.

Se podrían construir un sin fin de escenarios sobre este tema. Lo cierto es que tomar del cajón de sastre de ingenierías constitucionales una figura que en principio suena novedosa y atractiva tiene impacto en el sistema en su conjunto, afecta otras variables e incide dramáticamente en la capacidad y orientación de un gobierno.

Por eso en esta, como en otras reformas, lo único que se puede desear es que las piensen bien.