Renuncia anunciada

El PRD atraviesa por la más grave crisis de su historia y el pronóstico es reservado.

El PRD atraviesa por la más grave crisis de su historia y el pronóstico es reservado.
Foto: Especial
Juan Gabriel Valencia
Columnas
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El pasado 28 de septiembre por la tarde Carlos Navarrete fue declarado formalmente presidente del Partido de la Revolución Democrática. Apenas doce horas después, en entrevista de radio, defendía la actuación del entonces gobernador Ángel Aguirre en lo relacionado con los hechos de Iguala dos días antes.

Su argumento de defensa fue que si bien el desempeño de Aguirre podía ser cuestionable, había otros gobernadores, de otros estados, de otros partidos, tan cuestionables como Ángel Aguirre.

La lógica de Navarrete es transparente: si ustedes no entregan a sus delincuentes yo no entrego al mío. De cuerpo entero.

No contento con su explicación, trasladó esa misma semana al Comité Nacional del PRD a Iguala: se puede deponer a una persona, es prescindible; lo que no se puede perder es una plaza y una fuente de ingresos.

Con el transcurso de los días, tras la renuncia de Aguirre, la aprehensión de Abarca y de su esposa, se corrieron diferentes versiones en las que muchos personajes resultaban afectados por sus decisiones, tanto desde un punto de vista legal como ético.

Marcelo Ebrard fue uno de ellos: se le vinculó con la postulación a candidatos tanto de Aguirre como de Abarca. Andrés Manuel López Obrador no salió indemne: su precandidato a la gubernatura del estado de Guerrero, Lázaro Mazón, había sido el promotor de la carrera política de Abarca. También Los Chuchos se llevaron un raspón: ellos estaban al frente de la presidencia del PRD cuando se registraron esas candidaturas.

Todo ello sin entrar a la trama infernal del financiamiento de partidos políticos y de personas que podrían haber conducido a las aportaciones de Aguirre al PRD y de Abarca a la campaña de Navarrete por la presidencia de esa organización.

De fiesta

No debe olvidarse que desde principios de 2014 Cuauhtémoc Cárdenas expresó su deseo de ocupar la presidencia nacional de su partido —literal y metafóricamente su partido. La condición era una candidatura de unidad, sin contienda interna. Por supuesto que Los Chuchos y su candidato Carlos Navarrete no obsequiaron esa condición. No podían aceptar esa condición porque a pesar del registro de López Obrador y de Morena podía decirse que el PRD en 2014 estaba en casi 20% de la preferencia electoral. Nada despreciable con prerrogativas del orden de 680 millones de pesos, sin que hubiera elecciones.

Los errores de Los Chuchos a partir de los sucesos de Iguala abrieron la puerta a la reaparición del ingeniero Cárdenas, su líder histórico, quien exigió la renuncia de Navarrete y compañía apelando a una reforma de la organización y a una profunda transformación ética de la fuerza de izquierda más importante del país.

Cárdenas y otros perredistas se aferraron al argumento ético, lo que no han practicado toda la vida. Cárdenas nunca dijo nada durante el gobierno de su hijo Lázaro cuando Michoacán cayó preso de la delincuencia. Es público y lo reconoce el propio Lázaro. Alejandro Encinas apela a la ética y se le olvida, como ya lo hemos comentado en este espacio, el refugio y la maniobra a la que recurrió para que Julio César Godoy protestara como diputado federal, adquiriese fuero y desapareciera acto seguido.

Se pueden citar uno por uno a los hoy críticos de Los Chuchos jugando a ese doble criterio. El mejor ejemplo es René Bejarano, ex convicto por el famoso caso de las ligas. De manera que tampoco los críticos de la dirigencia nacional tienen todos los buenos argumentos y la trayectoria biográfica que los exima de culpa.

Total, Cárdenas ya renunció. El PRD queda muy debilitado y Andrés Manuel López Obrador está de fiesta.

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