Salvo que no nos depare otra sorpresa desagradable el mes de diciembre, este 2014 para efectos prácticos ya concluyó, con un resultado ambiguo que hay que poner en perspectiva.
No cabe duda de que los primeros ocho meses del año fueron uno de los periodos de mayores logros y cambios en muchos sexenios. Arrancó con una reforma política muy controvertida y que estará puesta a prueba en 2015 en manos del Instituto Nacional Electoral, que sustituyó a un IFE que a pesar de lo que digan sus críticos dio buenos resultados el tiempo que existió. Se pondrá en vigor un nuevo esquema de fiscalización, prácticamente en tiempo real, que someterá a la estructura del INE a una enorme presión.
Aprobada la reforma política se abrió el paso a las dos joyas de la corona: la Ley General de Telecomunicaciones y las Leyes Secundarias en Materia de Reforma Energética.
En el primer caso se da todo un reordenamiento del sector de telecomunicaciones en un horizonte de muy largo plazo y en el segundo se concretaron las reformas constitucionales que en 2013 habían abierto la industria energética al capital privado nacional y extranjero y que convirtieron a Pemex y la CFE en empresas productivas del Estado.
Culminaba así un largo ciclo de 20 meses de reformas estructurales, desde la educativa hasta la energética, dejando como saldo el inicio de mayores y profundos cambios legislativos de un sexenio en la era contemporánea.
Septiembre se empezó a nublar con el incidente de Tlatlaya, en el que por primera vez militares fueron consignados ante la autoridad civil.
Luego vino el conflicto del Instituto Politécnico Nacional y al día siguiente el caso Ayotzinapa-Iguala, del que todavía no se ha contado la historia completa, y si bien la versión ofrecida por el procurador general de la República da cuenta de una de las investigaciones judiciales más completas en la historia de México, todavía muestra cabos sueltos, como las razones que llevaron a los normalistas rurales a Iguala en camiones secuestrados un viernes nefasto por la noche.
Cimientos
Un segmento de la opinión pública se ha rehusado a escuchar razones y argumentos. Está claro desde el primer momento que fue el crimen organizado, coludido con autoridades locales que ya están detenidas y sujetas a proceso. Las aprehensiones han continuado con ya casi 80 detenidos, pero no han disminuido las movilizaciones de apoyo y de exigencia de metas imposibles.
Se ha querido responsabilizar al sexenio de lo acontecido. El problema de algunas —no todas— policías municipales no es de septiembre ni de los sexenios panistas: viene de décadas, desde el mismísimo Constituyente en 1917.
Jurídicamente la solución no es sencilla y mucho menos, por buena que sea, ofrecerá remedios a corto plazo.
Habrá que ver la suerte que corran las iniciativas enviadas por el Ejecutivo en materia de seguridad pública. Por lo pronto, diciembre empieza con sentimientos encontrados, entre gente que se manifiesta en las calles y otros que ven los sólidos cimientos puestos para un México futuro mejor y promisorio.