Ser y parecer

Algunos tropezones de la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal deben ser analizados y rectificados a tiempo. Al DF le costaría mucho un gobierno local cuestionado.

Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno del Distrito Federal
Foto: NTX
Juan Gabriel Valencia
Columnas
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Decía un político muy experimentado que en ese negocio y esa profesión, la política es como en el pool en billar: solo cuentan las malas. Esto es algo que está a tiempo de pensar y practicar el jefe de Gobierno del Distrito Federal: los defeños tienen muchas esperanzas en su gestión, pero las malas cuentan.

Hay dos que con la popularidad que tiene está a tiempo de corregir: una es el caso de los secuestrados o detenidos o desaparecidos de un antro de la Zona Rosa. ¿Son once? ¿Son doce? Nadie sabe. Aparentemente ya hay detenidos implicados en torno de este caso. No basta que detengan a un ejército de gente. Lo importante es que, hayan sido delincuentes o no, aparezcan y vivos. Desde que el PRD llegó a la Jefatura del GDF se empezó a gestar el mito de la ejemplar seguridad pública con ellos al frente.

Esto no era del todo cierto. Por varias razones. En primer lugar, el crimen organizado no iba a ponerse a actuar en una ciudad con más de 80 mil policías y 30 mil elementos del Ejército, que no los vemos, pero ahí están para garantizar la seguridad del gobierno federal.

En segundo lugar, no hay que ser un genio para suponer que una ciudad de las características y dimensiones de la zona metropolitana del Distrito Federal es un lugar idóneo para convertirse en santuario del crimen organizado y de sus familias. Por tanto, no pondrían en riesgo esa llamémosle seguridad, empezando a cometer actos delictivos.

En tercer lugar, la supuesta seguridad de la Ciudad de México se convirtió en una estrategia electoral y mediática porque, en efecto, no había crímenes de grupos especializados en el tráfico de enervantes, a diferencia de lo que ocurría en otras entidades. Pero la delincuencia estaba a la orden del día. ¿Cuántos de nuestros lectores no han sido víctimas de asaltos en sus casas, en sus calles, en sus automóviles, de secuestros exprés para limpiar tarjetas de crédito o simplemente víctimas de cohechos por faltas administrativas menores?

Miguel Ángel Mancera, quien ha cautivado a la opinión pública (todavía), olvida que él era el procurador del Distrito Federal durante el caso escandaloso del News Divine al que Marcelo Ebrard atendió con sorprendente indiferencia.

Mancera no puede actuar de esa forma, ni con esa indiferencia.

La sociedad de la capital de la República está pendiente de que la Jefatura del GDF no solo esclarezca para bien estos hechos, sino que en adelante los impida.

Escribo esto desde una de las capitales más peligrosas de Europa en los años setenta y ochenta. Hoy se hace el chiste, que no lo es, de que se trata de la ciudad más controlada vía cámaras, excepto en los baños privados y públicos. Y no se trata simplemente de saber qué pasó, sino de actuar rápido en función de los monitoreos. La capacidad de investigación del GDF está a prueba y la gente está harta de esclarecimiento de muertos hayan sido buenos o malos. Mancera tiene que diferenciarse en esto del pasado.

Regateo

En otro caso, el jefe de gobierno parecería que se ha convertido en rehén de venganzas personales que no pasan por su biografía. Los delegados del DF le regatean a la secretaria federal de Desarrollo Social, Rosario Robles, que pueda aplicar su muy cuestionada Cruzada Nacional Contra el Hambre. Todos sabemos que no es querida por sus ex correligionarios. Pero Mancera debe tener claro que lo que no fue en su año, no fue en su daño. El pleito del PRD con Rosario es un problema de ellos, no del actual jefe de gobierno. Si no son “sus” delegados, que Mancera nos muestre que es lo que parece: un hombre sensato que puede poner orden en una ciudad que es un polvorín y que la cosmética de las izquierdas promueve como si fuera un paraíso. Es una buena oportunidad de relanzarse.

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