El año de la pandemia 2020 nos demostró que por más que esté planeada una vida se puede desvanecer de un momento a otro; de tener una próspera actividad social y laboral puede pasar a aislarse en casa sin interacción física con los otros.
Mantenerse aislados ha sido un gran desafío para todas las personas, principalmente en la casa, ya que se ha convertido en el lugar donde se desarrollan tanto las clases como el trabajo.
Si analizamos un poco el acontecer en estos meses, desde que inició la pandemia los problemas se han hecho visibles dentro del mismo hogar y se han potencializado los choques entre los mismos integrantes, incluso a niveles de violencia, ya sea por la constante interacción, por cuestiones económicas, por inseguridad, por hartazgo, aunados a las presiones o crisis por los lamentables fallecimientos de familiares, amigos o personas cercanas.
La familia, considerada como núcleo de la sociedad, nos dota de los elementos para establecer un marco de referencia sobre lo que sucede socialmente y hoy nos brinda además certeza y seguridad.
Sin embargo, ¿qué pasa cuando sucede lo contrario, es decir, se convierte en un lugar árido para la comunicación, el afecto, los cuidados, para atender las actividades, la escuela de los hijos, el trabajo de la pareja o el propio? Finalmente hay un gran detonante que desencadena niveles de violencia doméstica.
Por ejemplo, durante la semana anterior en la Ciudad de México se hizo una denuncia en los medios de comunicación sobre la situación de un hijo que golpeaba a su madre de la tercera edad, casos diarios de violencia y abuso contra mujeres, incremento de divorcios, aumento de embarazos de mujeres jóvenes… Y así podríamos enumerar un sinfín de problemas que tienen que ver con la familia. Además cuántos de estos se denuncian y cuántos no.
Ejercicio
Con base en el registro y la actualización del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) octubre de 2020 fue uno de los meses con mayores denuncias sobre presuntos delitos de violencia familiar con un número de 20 mil 589 carpetas de investigación iniciadas, todas estas para sumar y tener como resultado un 2020 con un total de 220 mil 28 carpetas.
De seguir con los números al alza una de las mejores instituciones que tenemos como sociedad, la familia, se puede quebrantar aún más. Es importante que tanto el gobierno como la sociedad busquen mediar y generar políticas para construir familias fuertes lejos de los paradigmas de violencia.
Cada uno de nosotros tenemos un papel distinto, sea como padre, hijo, esposo, hermano, abuelo. Y ante los conflictos actuamos y gestionamos de distinta forma que los demás. Cada uno tiene distintas necesidades y maneras de percibir el mundo. Como ejercicio de reflexión, si desde casa cada uno de nosotros pudiéramos mirar y entender los desafíos que cada persona enfrenta a diario, trataríamos de ser menos exigentes, más gentiles, amables, tolerantes.
La pandemia es un hecho contingente del que no tenemos aún fecha cierta de término. Sin duda, nos ha cambiado. Sin embargo desde la familia podemos cosechar y cultivar grandes cambios y como seres humanos en constante readaptación aprendamos a convivir, a comunicarnos afablemente, a compartir con los otros.
Es importante revalorizar a la familia y estar conscientes de las implicaciones que de ella emanan. Los conflictos siempre están ahí, son inherentes al ser humano, pero que ese obstáculo no fracture las relaciones sino utilicémoslo como bálsamo para aprender a gestionar de mejor manera esas diferencias, con una comunicación efectiva, empática y respetuosa. Juntos se pueden solucionar.
A manera de corolario recordemos a Jean Paul Sartre: “Desconfío de la incomunicabilidad; es la fuente de toda violencia”.